Paleogafía Literaria II

Llamar "Paleografía Literaria" a un conjunto de poemas que uno considera inválidos, inmaduros o meros ejercicios de estilo podría resultar muy pretencioso. Difícilmente me mantengo,cual equilibrista borracho,sobre la delgada cuerda con ojeras de los treinta años y considerar paleografía a poemas de hace diez años es una percepción casi cómica. Los poemas cambian al igual que las personas. Lo anteriormente escrito te mira, desde su particular abismo, y tú le devuelves la mirada, incrédulo. Recuerdas las sensaciones y la mecánica que te empujó a escribir con un tono y un lenguaje determinado cierto poema. Tú has cambiado, el poema no. Tus concepciones estéticas son opuestas a tus anteriores composiciones, así que optas por amordazar a esos poemas y encerrarlos. Porque reescribirlos o corregirlos, años después, te supone una impostura y una reconstrucción insidiosa que daría como resultado un Frankestein al que se le verían demasiado las costuras. Pero no somos Borges, Juan Ramón, Cortázar, Gil de Biedma, Kavafis, Maiakosvki o Rilke. Así que nadie vendrá a revolver nuestros cajones y editar sendas antologías con inéditos manuscritos. Y quizás sea mejor así. Recuerdo que en una conversación, hace ya bastantes años, alguien me contó una anécdota del enorme poeta Joan Brossa y el gran poeta (hoy injustamente muy olvidado) J.V. Foix. Brossa era joven, un poeta en ciernes, incipiente y enérgico. Se presentó ante Foix que, por aquel entonces era el vate de los vanguardistas españoles, y le dijo que quería ser un poeta vanguardista y que le enseñase cómo. Foix miró a aquel muchacho insolente y descarado y sólo le pidió una cosa: que escribiese cien sonetos, se los entregase y que después de leerlos hablarían de sus condiciones como poeta. En menos de una semana Brossa se presentó con los cien sonetos. Foix los leyó y comenzó una entrañable relación literaria entre ambos. Aquella historia me fascinó y durante meses me dediqué a garabatear sonetos. Yo tendría entre 17 o 20 años. Sonetos de todo tipo : clásicos, isabelinos, alejandrinos, con estrambote, acrósticos, etc... Durante las clases de no sé qué asignatura tediosa, yo me dedicaba a esbozar sonetos en las últimas páginas de las libretas de apuntes. Un día y otro. Hoy leo aquellos sonetos y me arrancan una tierna risita. Muchos de ellos son existencialistas, amorosos, lúgubres... Para lo único que servían era para hacerme con los premios de los certámenes de poesía de los diferentes centros por los que anduve. E incluso en algunas  revistas digitales o de abortada existencia. Sabía lo que los profesores y administradores querían leer y escribía en consecuencia a ello. Poesía amable, complaciente y encorsetada. Facilona y grandilocuente. Solía obtener de 10.000 a 20.000 pesetas y un vale para canjear en libros. Los premios en metálico solían desaparecer muy pronto. Éramos adolescentes, así que cualquier dinero era invertido, de manera automática, en hachís y cerveza. Las mañanas transcurrían de forma plácida por los miradores del Albayzín, mientras los alumnos más comedidos se morían, lentamente, entre clases de matemáticas y lencerados. Fue una época de mucho humo y cerveza, pero nunca perdimos el precepto artístico e ideológico que nos empujaba. Éramos un grupo de muchachos que transitaba entre el nihilismo y el compromiso ardiente con la izquierda. Algunos de aquellos cómplices ( seríamos 4,5,... ) hoy expone en la feria de ARCO como reconocido pintor. Otro es guitarra y compositor de grupos poperos con mucha proyección. Incluso llegamos a aparecer ( bueno,nosotros no, sino nuestra acción) en la prensa de Granada y algún telediario nacional. Pues una noche, nos conjuramos para destruir un horrible monolito que el maldito ayuntamiento había colocado en el Mirador de San Nicolás ( paradigma de Granada) en homenaje a una visita de Bill Clinton a dicho mirador. De todo aquel grupo de pésimos estudiantes yo era el que, a través de unos sonetos complacientes, proporcionaba un poco de dinero para cubrir los vicios ; Cerveza, tabaco, libros y hachís. Yo era clase obrera y no tenía otra opción. Hace unos días encontré alguno de esos viejos sonetos estando sentado en mi mesa, con la esperanza de partir en dos esta parálisis creativa que me asola. Me fascinó esa grandilocuencia existencialista tan generosa y excesiva de la primera juventud y sus sonetos esbozados. Sonreí al verlos:

     DEVENIR DEL PERDIDO Y SU ENCUENTRO
                                                                                  


He vendido mi alma dos veces al diablo,
Por monedas de niebla y curso clandestino
En países que nadie se ha atrevido a fundar.
Un realista que vive el mundo de los sueños, 
Un soñador que quiere vivir la realidad.                            
Mal destino es el tuyo. Así te va.
       L. García Montero.        




No me encuentro entornando los párpados,
se diría que duermo sin descanso
pintando playas, olas y remansos
que arrastran lo que ya creí alcanzado.

                           Pleamar que me arrebata lo encontrado,                      
plenitud  inasible que no alcanzo,
robaré de mi tiempo el acto manso
y vestiré la piel de alguien esperado.

Para ello disfrazaré mi esqueleto
y así, esconderlo tras el escenario
de todos los instantes cotidianos,

y cuando nos quedemos tú y yo a solas
me dejarás que te proponga el reto
de encontrar mi destino con tus manos.
               
                                                       II                                                    

Tengo sueños que la gente ignora
porque si aturdido grito despierto
hallo y postulo un silencio que enhiesto
alza murallas donde nadie mora.

Quizás oiga alguien los gestos que corrobora
el auxilio de mi parco desierto,
porque duermo ejecutando el tiempo yerto
en prisiones donde nadie me llora.

Mas nunca el sueño encarnó sus figuras
que trémulas custodian la almohada,
quise al despertar llorar sin hacerlo

mas saber que hay una historia dorada
entre tu realidad y mi sueño
abrí los ojos y te amé sin quererlo.

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Y de tercero, un soporífero empacho de exultante barroquismo y de un modernismo tan almibarado que haría estremecer al mismo Francisco Villaespesa en su tumba. Creo que muchos atravesamos esa etapa literaria en la que creemos que cultivar un lenguaje excelso y preciosista nos hará parecer más listos y delicados.

EL DOLOR DEL POETA          


 


  Nada más triste que un titán que llora,
Hombre-montaña encadenado a un lirio,
Que gime fuerte, que pujante implora:
Víctima propia en su fatal martirio
.


(A un poeta). (Rubén Darío)






Quien te vio crecer desnudo en el desvelo

halló al cisne negro que en tus laberintos

no supo estrechar presuroso el vuelo

y travistió lo que hubo de ser jacintos

con el cárdeno fulgor siempre postrero

que reverbera otoños en los recintos

donde tu amante olvidó sus crisantemos.





Y es el mundo tan amargo y cotidiano

lejos siempre de lo que fue su esplendor.

Y es la noche embarazada de silencios

el idioma para quien el sol no fulgió.

Y es eternamente el soñoliento poeta

aquel ave fénix de alas derrocadas,

aquel hijo bastardo de un extraño dios



que nunca lo hizo heredero de nada

y si dueño de todo lo que perdió.


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