veinte años de amor y una noche desesperada
Llegué a la casa muy tarde, la ciudad callaba como una vieja histérica que amordazada aúlla silencios encendiendo histérica sus ojos de amordazada luz de farola. En mi puerta pendía una nota amarilla y cuarteada, parecía tener la edad del mundo, así que la tomé despacio con la humana estupidez de quien toma un pájaro muerto despacio po...
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