
En no pocas ocasiones las contraportadas de los libros contienen más ficción que las propias obras. No es que sean una nueva lectura ni una interpretación diferente sino un ejercicio eufemístico sesgado y, la mayoría de las veces, falso. El lugar, la pseudo-novela autobiográfica de Annie Ernaux no es una excepción. Me encanta eso de «la dificultad de habitar un espacio propio dentro de la sociedad». No. El libro habla del complejo de pobre y de la vergüenza que la autora sentía por su madre por no haber dejado a su marido y por su padre, un mercachifle, que tuvo cierto éxito hasta que no supo adaptarse a los cambios cuando llegó el primer supermercado. De eso va todo el libro. De las meteduras de pata gramaticales de su padre, de su lamentable forma de vestir, de sus manías, de sus gustos, de que ella quería salir de ese ambiente proletario y se casó con un hombre que no podía soportar a sus suegros, incapaces de mantener una conversación intelectual. Igual mi visión también es sesgada, pero este recopilatorio de recuerdos más bien parece una forma de justificar sus propios complejos proyectados en sus padres, lo que refleja su absoluta ingratitud. Apto para playas, pero no veo la necesidad de llevarlo.
Gracias por estar al otro lado de los cables 
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