La broma no es lo que parece. No es un texto divertido, cierto es que el humor de Kundera está a caballo entre el cinismo y lo trágico. Un joven estudiante universitario, Ludvick Jahn, envía una postal a una chica con la que quiere tener relaciones con unas frases absurdas, una pequeña burla política, que le llevará a un descenso a los infiernos que marcará toda su vida. Expulsado de la universidad y del partido comunista, se nos narra su existencia contada hasta los detalles más nimios, dejándonos ver a un joven desesperanzado, que intenta, con escaso éxito, ser redimido por el amor. Pero su soberbia y estupidez, que le llevan a experiencias grotescas, tienen mucho que ver con su bajeza moral y falta de carácter.
La venganza es el gran tema de la novela, sobre la que pivota todo el texto y veremos las diferentes caras de los demás personajes. Sobrecogedor uno de los capítulos finales dedicado a Lucie y de una grandísima calidad literaria el dedicado a Helena, sus dos amores. La perspectiva sobre estas mujeres pone la guinda a Ludvick y lo convierte en un verdadero puerco. Lo que comenzó siendo una injusticia, acaba siendo un recorrido por una vida desperdiciada.
En suma, aunque a ratos se hacen pesadas las observaciones sobre el partido comunista, Kundera nos muestra, una vez más, el retrato de una época junto al abismo de las leyes y las normas, de lo que se considera bien y mal, bueno y malo y de cómo el ser humano se comporta, en muchas ocasiones, como un ser despreciable. Excelente, como siempre.
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