Franco Michieli: La vocación de perderse.
Siruela, 2021. Traducción de José Palacios.
«…viviremos una larga alternancia de sentimientos de pérdida y hallazgo, de desorientación y de certeza».
Frío por fuera, fuego por dentro.
Esta microcrítica ha avanzado sin brújula, sin camino visible, con incertidumbre creciente. Como los protagonistas de este peculiar ensayo, fui encontrando mis pasos conforme los daba.
La vocación de perderse llegó tras las Crónicas de Islandia de John Carlin (La línea del Horizonte, 2016), sumergiéndome, más si cabe, en el invierno que me asedia.
Y, sin embargo, La vocación de perderse es puro sol.
Franco Michieli (Milán, 1962) es «geógrafo, explorador, escritor, fotógrafo y corresponsal» (solapa dixit). Junto con su compañero Davide, también geógrafo, se propone cruzar el área Sapmi (Laponia) sin ningún tipo de instrumento artificial: ni mapas, ni brújula, ni radio, ni teléfono. Un mes guiados por los sentidos y el instinto; por el conocimiento previo, la imaginación y las indicaciones de la naturaleza.
Montados sobre un par de esquís de madera, con provisiones y enseres de invierno sobre dos simples pulkas, solo la confianza en encontrar la ruta posible los mantendrá apegados a su fin: recuperar el sentido perdido. El ansia —la nostalgia— de un todo más allá de nosotros, lejos de la planificación humana, al que nos acercaremos a través de nuestra capacidad olvidada —pero esencial— para leer el territorio y los astros del cielo.
«Moverse por la naturaleza sin mapa despierta la sensibilidad en esa parte de la existencia a la que la razón no llega. Quizá entonces, dimensiones olvidadas volverán a sernos familiares y preciosas».
En mis viajes, la vocación de perderse se convierte a menudo en la condición de perdida. Arrojo mapas inservibles para mí a la basura o cierro Google, y termino en lugares imprevistos. Sorprendentemente, es en esos momentos, de esa manera, cuando consigo avanzar en mayor paz. Sin el estrés de programar o encontrar una vía concreta. Confiando en el camino y cediendo al descubrimiento.
«Vivir horas de dudas, pero seguir adelante, es una experiencia que nos pone en la piel de los seres vivos de cualquier tiempo y lugar. Nos ayuda a sentirnos más cercanos a la infinidad de vidas que, por los más diferentes motivos, se encuentran perdidas».
Con la llegada del reino tecnológico y virtual, parecemos alejarnos del mundo natural y del desvío, y de capacidades que fueron consustanciales a nosotros durante milenios. Michieli propone recuperarlas: «Mantener la libertad de perderse, poder salir de la “red” que nos ha capturado a todos, esperar en el silencio sutil de la naturaleza a que algo se revele».
«Quien renuncia a cosas consideradas indispensables en la sociedad tiene más posibilidades de vislumbrar lo que de verdad es esencial, o que a veces nos puede salvar».
Seguiría transcribiendo este bello libro hasta caer en la ilegalidad. Pero no quiero hacerlo: leer es también búsqueda y camino hacia el misterio que surge del fondo del texto.