Viene y me habla del lenguaje corporal. Mi lingüística manera de fumar. Mi gramática manera de cruzar las piernas. Bueno. La quiromancia ha fracasado, y la frenología, pero llega el lenguaje corporal. ¿Y el Verbo? El Verbo es verborrea. El Verbo se ha jodido. Pienso en un lenguaje corporal bilingüe, hermético, swahili. Lombroso, no existe una cara de asesino. María Eulalia no tiene cara de forense. Ni siquiera piensa en la muerte. Hace bien. La muerte no es un cadáver. Ya quisiera el cadáver. La morgue no hace un rostro Lugosi.
Uno sabe la fisonomía fácil: el borracho, el yonki, el idiota, poco más; una lengua elemental de signos: el corte de mangas, la mano de un hombre que se ahoga; el dialecto de la vestimenta: un cabello azul cobalto, una visera invertida, el chándal de un señor gordo, declaraciones callejeras de principios. La identidad es el vestido, pero el vestido es un horóscopo. Usted es noble, y valeroso, y una marca de zapatos.
Philip k Dick: "Te paseas con la ropa de un obispo y la gente se arrodillará y tratará de besar tu mano, si no tu culo, y muy pronto eres un obispo. ¿Qué es la identidad?"
El tatuaje. La máscara. La capucha. El Marqués de Esquilache prohíbe la capucha, no se emboce el criminal. Llevamos gafas de sol, tiesos los músculos faciales, no seamos desnudos. Alabado sea el niño que se desfigura, “hace caras”, no se toma en serio. Nosotros nos escondemos, ensayamos un rostro, caminamos con la gracia animal de un caballo de ajedrez, hablamos lo justo, Clint Eastwood, profesor de lenguas.
Querríamos ser misteriosos, pero somos vulgares. Querríamos ser un individuo, pero somos muchedumbre. Querríamos una personalidad, pero somos un quark, una partícula fugaz, imprevisible. Querríamos sustancia y atributos.
Tiene gracia. Eso me parece. El lenguaje corporal de un quark. El signo zodiacal de un electrón.
Sergio Mayor