Unas palabras dedicadas a Don Antonio Escohotado
Confesiones de un opiófilo
por Antonio Escohotado
Mi primer contacto con Antonio Escohotado
fue a través del libro Historia general de las drogas. Un volumen que
desguacé en pocos días. Desde entonces, he ido recopilando parte de la
bibliografía de este hombre tan sabio y, en ocasiones, tan incomprendido.
Sí. Tenía un contacto estrecho
con las drogas y en el Sanctasanctórum del Tabernáculo en el que habitó durante
años y donde falleció por expresa voluntad: Ibiza. Vivió al límite con sus
creencias.
Las drogas, ¿el eterno mal de la
humanidad? Alcaloides, narcóticos, estupefacientes, estimulantes, venenos,
morfinas o heroínas… y tantos otros etcéteras… Existen desde tiempos
inmemorables: matan o sanan. Se utilizan para dolencias fútiles –dolor de
menstruación o de muelas— como incurables –cáncer o neuropatías—. En ocasiones,
han sido artífices de inventos magnánimos o de creaciones artísticas sin
parangón. El uso de las mismas es necesario. Y, Don Antonio fue el sumo
pontífice de las mismas; un vademécum andante que analizaba con su propio organismo,
cual científico que experimenta sus investigaciones. Lo sabía todo sobre ellas.
Pero, ante todo, fue un intelectual, un filósofo, un ensayista enamorado de la
existencia.
Confesiones de un opiófilo
–diario póstumo (1992–2020)— es una muestra de sabiduría y recortes de vivencias
personales; que nos muestra los ensayos bioquímicos personales. Un juego de
matrioskas que te eleva hasta lo más alto de la naturaleza misma o te escupe
hasta el agujero más tétrico de la existencia. Me ha emocionado sobremanera la
parte final, donde se muestra el original del libro manuscrito por este pensador
injustamente maltratado.
Su lectura conmueve por ser un
viaje dentro de fantasías y verdades tejidas por un gran corazón cuya prosa,
delicada y hermosa, mantiene un ritmo sólido y poético.
©Anna Genovés
En Valencia, a 4 de octubre, de 2024