EL DÍA QUE MURIÓ DAVID GONZÁLEZ por NACHO ESCUÍN



hay dos bares
               y          en enfrente de cada bar
               un muro


David González

El día que murió David González una presión
descomunal se instaló en mi pecho.

El día que murió David González él y yo ya no éramos
amigos, pero tenía su voz en mi cabeza de
forma permanente y él estaba en cada uno de 
mis versos.

El día que murió el poeta David González llamé a
unos cuantos amigos de toda España y todos
estábamos con el mismo peso en el pecho.

El día que el poeta se marchó sólo pude pensar en
otros dos poetas que acaban de marcharse; JL
Rodríguez y Ángel Guinda y brindé por cada
uno de ellos mil veces solo.

Me he quedado sin tres de mis referencias poéticas y
vitales en menos de un año y el peso que 
tengo en el pecho así lo demuestra.

El día que murió David González intenté ser más yo
y menos una imitación, como era David, 
absolutamente él.

Ese día penas pude llorar pero empezaron
de inmediato cinco días de autodestrucción
que me llevaron a un ingreso domiciliario
tomando sustancias que ahora no podría ni citaros.

¿Qué guarda la cabeza en el fondo del alma que el
corazón desconoce hasta que todo hace
plasssss y ya no hay vuelta atrás?

Ese día tuve que pensar de repente, así, sin tiempo
para decidir nada, dónde estaba mi sitio,
como en ese poema de David González que
se titula Berlín, y cuál era mi lugar en el mundo.

El día que murió David González dejé de ser un poco 
yo y me dejé caer cinco días en
autodestrucción masiva. Mi cuerpo tardó 
otros cinco en recuperarse y ahora, medio 
lelo por los fármacos no sé quién soy,
trovador, he perdido la voz, trovador hoy ya
cantar no sé.

Hay veces que no sabemos explicar nada y todo
parece una historia inventada, como la de
aquel muro del que hablaba David, como el
de Berlín, como el de Gaza.

El día que murió David González casi sin saberlo
supe de qué lado quería estar.

a veces paso por allí
pero nunca me quedo 
a tomar nada:
aún no he decidido
en cuál de los dos muros

me tengo 
             que sentar.


Nacho Escuín, de Cover (Bala Perdida, 2024)


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