Un parque público, también un jardín urbano, son espacios emocionales creados artificialmente, concebidos para el bienestar de la ciudadanía y sustentados gracias al control humano. En esta naturaleza fingida, no exenta de hostilidad, la belleza casi siempre es un espejismo y no queda otro remedio que recrearse en lo que allí acontece de verdad y ser fiel a lo que se ve. A saber: un jardinero, que en su rutina diaria hace acopio de hojas caídas y restos de la poda; el poeta, que mira y transita desde la (eco)poesía al (fito)poema y teje, con toda esa materia orgánica, un verbo atávico.