Pero, de verdad, ¿quién nos lee? Extraña siempre que a muy buenos artículos culturales se les dé poca difusión o réplica, y que las instituciones gubernamentales o privadas, sus responsables, tengan un nulo conocimiento de quienes en este país escriben sobre cultura. Y sé que nadie los lee porque a la hora de convocar mesas de trabajo para proponer soluciones, no se llama a los que llevan años observando los derroteros de la cultura del país.
«…Hay un culto a la ignorancia, y siempre lo ha habido. El antiintelectualismo ha sido esa constante que ha ido permeando nuestra vida política y cultural, amparado por la falsa premisa de que democracia quiere decir que “mi ignorancia vale tanto como tu saber”», escribía el liso y esnob de Isaac Asimov en 1980, y ya escucho a los que dicen «ni tú ni ninguno de los que escriben es Asimov», lo sé, contesto, pero lo más seguro es que esos sean de los que hacen valer su ignorancia como un derecho democrático.
El síntoma es la falta de lectura, empezando por la «prensa especializada», que vista la falta de
espacios, es una suerte de cuota en los medios para parecer interesados en lo
cultural, lo que inmediatamente es detectado por el público como algo
prescindible, reproducible en un blog o cuenta de red social. Un mal cultural que
erosiona la pedagogía lectora tan necesaria, y que construye sentidos críticos
superficiales que tienen como única medida el propio gusto.
Artículo publicado en el diario La Prensa, martes 27 de agosto de 2024.