A mi hija Julia.
Aún creo en los cuentos Julia
como tú.
Así que no me importa la muerte
ni sus buitres uniformados.
Aún creo en la palabra libre
como tú
en la pasión de todo cuanto existe
en las sombras que rompen mi decencia.
Creo en ti que aún estás creciendo
sé que nunca cierras tus ventanas
porque el peligro cura tu sed
y es entonces cuando la serpiente
que nos oculta la luz
acude a nuestros ojos a beber agua
mansa como una víctima herida y necesitada.
Todo nace de lo que se oculta en nuestra memoria
en nuestros desequilibrios
en los que están
y en los que han de venir
también en los que se fueron.
De ahí naciste tú
mariposa voluptuosa y visceral
de los prodigios de espermas y ovarios
que bailaron juntos drogados de amor
locura de especie.
Acepta estas flores, amor
recíbelas
y construye con ellas debajo de la lluvia
una casa humilde en el siglo XXI.
Párese el sol y caliente siempre
a estos prodigiosos y bellos bailarines
de nueve años.
Aún creo en los cuentos Julia
como tú.
Así que no me importa la muerte
ni sus buitres uniformados.
Aún creo en la palabra libre
como tú
en la pasión de todo cuanto existe
en las sombras que rompen mi decencia.
Creo en ti que aún estás creciendo
sé que nunca cierras tus ventanas
porque el peligro cura tu sed
y es entonces cuando la serpiente
que nos oculta la luz
acude a nuestros ojos a beber agua
mansa como una víctima herida y necesitada.
Todo nace de lo que se oculta en nuestra memoria
en nuestros desequilibrios
en los que están
y en los que han de venir
también en los que se fueron.
De ahí naciste tú
mariposa voluptuosa y visceral
de los prodigios de espermas y ovarios
que bailaron juntos drogados de amor
locura de especie.
Acepta estas flores, amor
recíbelas
y construye con ellas debajo de la lluvia
una casa humilde en el siglo XXI.
Párese el sol y caliente siempre
a estos prodigiosos y bellos bailarines
de nueve años.
Ramón Guerrero