No creo que haya un escritor en España que se arriesgue más que Alexander Drake. Por eso mismo utiliza este pseudónimo: en un vídeo que vi hace unos días contaba que quería separar la obra de la persona, insistiendo en que él no es lo que escribe (o no todo), que su naturaleza es otra. Este matiz es importante para quienes tienden siempre a confundir al autor con la obra, al actor con el personaje, al cantante con sus polémicas poses de venta. En este blog hemos leído todos los libros de Drake: La Transformación, Vorágine, Ocho relatos de boxeo (cuya segunda edición tuve la fortuna de prologar), Ciudad de caníbales, Némesis, Ignominia y el que ahora nos ocupa, Insidia.
En tiempos en los que el mercado editorial se ha acomodado tanto que hay un exceso de las mismas ofertas y temáticas (pájaros y jardines, piscinas y feminismo, denuncias retrospectivas y masculinidad tóxica, etc), se agradece que de vez en cuando llegue alguien como Alexander Drake y lo eche todo por tierra y apueste por personajes y argumentos que podrían ser herederos de Sade en tiempos actuales: psicópatas, adictos al porno, perdedores, machistas, pordioseros, ninfómanas… Los relatos de Drake, lo advierto ya de entrada, pueden provocar urticaria moral. Habrá lectores que se ofendan, que crean que es una autobiografía de un autor chiflado. No es así. Se trata de literatura, aunque en el caso particular de Insidia sí se deslizan algunos apuntes de experiencia cuando nos habla de entrevistas de promoción en la radio, de las miradas de las vecinas que han leído algún libro suyo o de sus recuerdos de barrio en la infancia. Sea como fuere, sus historias y sus vistazos a un mundo que no entiende (ni nadie) y al que no logra adaptarse, incomodarán a la mayoría. Vuelvo a repetirlo para que algún lector desprevenido no me eche luego las culpas si se asusta.
Hay también, en el libro, cierto aliento bukowskiano en el sentido de que sus personajes detestan la rueda de ratones que a veces conforman la rutina laboral, el matrimonio y ciertas servidumbres de la vida. Drake, al final, dispara contra todo y contra todos y contra sí mismo. El estilo que ha elegido para su obra, consistente en despojar a la prosa de retórica y aderezos, deja una escritura limpia, fluida, sin trampas de ningún tipo. Algunos a esto lo llaman “escribir muy sencillo”: pero escribir muy sencillo no es nada sencillo, sobre todo a la hora de transmitir los mensajes contundentes de cada historia, algo que consigue con creces. Se nota que es un estilo que Drake ha trabajado a tope, puliendo y recortando hasta lograr la fluidez que quiere transmitir.
[Ediciones Insurrectas]