Cuando me preguntan por lo que más me ha influido para
escribir, siempre digo que mi abuela y mi mamá, grandes narradoras, y también
la presencia tutelar (sin saberlo) de dos discos: Homenaje a mi pueblo y
Buscando América: ambos en mi casa, y escuchados un sin fin de veces. A
mí me ocurrió, antes no lo había pensado, Pedro Altamiranda: su ritmo, su amor
a las letras, su mirada sobre la panameñidad.
Se nos ha ido, como decía Rubén Blades («puerta de la salsa y de
la libertad», en verso
feliz de Pedro en Homenaje a mi pueblo, antes de Buscando América)
un «Gran Panameño», así en mayúsculas, que
consiguió reunirnos a todos ante el espejo de sus letras y nos puso en la mente
grandes espacios de reflexión, perspectivas y miradas para orientar nuestro
criterio. No se nos ha ido el «Rey
de los carnavales»,
se nos ha ido una parte muy importante de nuestra conciencia.
Se apaga la voz, pero se enciende la memoria, y la consigna
es recordarlo a través de sus letras, las más importantes, esas que nos dicen,
aunque no nos gusta, las cosas que de verdad somos, las que han dibujado, con
la pericia del amante de las letras, quiénes fuimos y en quiénes nos podemos
convertir si no tomamos precauciones.
Gracias, Pedro, por tanto, por todo, por retratarnos tan
bien. ¡Hasta siempre, maestro!
Artículo publicado en el diario La Prensa, martes 12 de marzo de 2024.