NOMBRAR
Arde el cielo
y nombro aire,
Arde el cielo
y nombro aire,
muere el tiempo
y ruge el ansia.
Parco en palabras
atrae el día
la querencia oculta de la noche.
Roto el cristal opaco
la vida
queda entre sus huecos.
Baile de sombras
en los intersticios de tus dedos,
juegos de luz
al otro lado del movimiento.
Vivo entre dentelladas de acero,
entre brazos de musgo,
al abrigo de sentimientos de plomo.
RETRATO
Arena en el plato,
herrumbre en el pan,
el agua como la turba.
La mirada en las pupilas de una muñeca.
La locura asoma
sin prestar atención al paso del cometa,
una voz en la lejanía
resbala en la ventana.
Vestido con los andrajos de la ira,
inercia,
en una silla de musgo
busca identidad
en el fragmento de un espejo.
La noche devuelve una imagen:
la corrosión de la vida.
Un rostro comienza a deshacerse
entre manos de nácar.
Sin comprender
el corsé de lo aprendido,
acercar los brazos,
abrazar los vientos.
La dificultad del camino.
SED
Siempre están las razones
para quedarse solo
tras las mentiras de vidas ajenas.
El otro
transita
entre las ruinas de un sueño
que nunca le ha pertenecido.
Sin saber qué somos
sólo las caricias consiguen emanciparnos
de los barros que pisamos.
Sin saber si estamos
nunca quisimos irnos,
las fotografías envejecen
prendidas a famélicos galgos.
La miseria es confesar
la sed de luz,
cuando es la oscuridad
a la que imploran los deseos.
AGUIJONEAN TUS OJOS
Los tambores percuten la piel,
el ritmo hastiado del destino
deriva en confusión melódica.
En la noche
las luces dejan su olor a fracaso.
En los ojos
la zarza ardiente del deseo.
No quedan rastros de fe en la mirada,
no se puede buscar la verdad
en el resplandor de unos latidos,
el hambre sin saciar
de las manos en busca de esperanza.
En la noche
buscar el principio de la luz cegadora.
Pablo Malmierca, de El óxido de la luz (Lastura Ediciones, 2024)