Tabernas de la Hammer en Portugal, eso sí que son regresiones, como volver a la España profunda, sobre todo en invierno, con niebla cerrada y en los pueblos y ciudades del norte (Almeida, Guarda o Viseu, por ejemplo), tabernas de la Hammer como en Transilvania, afuera el frío cortante y dentro el calor y la magia, todo onírico y evocador, como si la humanidad se hubiera extinguido y una estirpe de vampiros decadente lo hubiera invadido todo, tabernas de la Hammer como guaridas de súcubos e íncubos en tiempos de crisis, como satélites solitarios en la infinitud, oliendo a chanfaina y a grelos, a vino del Duero, algo siniestro y entrañable a la vez, la ciudad desierta, un libro en las manos, y petiscos y bacalaos y hospedarias y aguardentes en comedores decimonónicos, y lluvia intensa y oblicua y toros negros recortados en el confín y paseos como de ensueño de opio y esas entrañables tabernas donde repostar refugiándose del temporal y del frío, con sus cubas añejas, sus mesas diminutas, jarras colgando, animales disecados, ese silencio en el alma, esa saudade y esa quietud... Y la sangre siempre que es vida, bálsamo eterno para el corazón...
Vicente Muñoz Álvarez,
de Regresiones
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