Estudió Filología Hispánica en la Universidad Autónoma de Madrid y es profesora de Lengua y Literatura, los últimos años en el IES José Hierro de Getafe. En febrero de 2019 publicó Dinos dónde estás y vamos a buscarte (Indicios, Urano), una crónica reivindicativa y crítica del 11M, a la vez que un diario de duelo por la muerte de su hijo. Y en mayo de 2021, Nina (Valhalla Ediciones) una novela de memoria histórica que regresa a sucesos de la Transición, con enigmas, trama negra y un amor imposible.
P.- ¿De qué trata Barrio 1972?
Es una
novela de memoria social, que
muestra a una barriada ficticia como personaje
colectivo y como paradigma de
los barrios obreros de Madrid en los
últimos años del franquismo. Es, también, una novela negra y policíaca.
»La
colonia de La Metalúrgica se llama así por su cercanía a una
planta industrial de fundición y mecanizados metálicos. En 1972, cuando se sitúa la historia, la mayoría de sus habitantes
varones trabajan allí, por lo que una explosión
inesperada provoca el pánico del barrio entero. Todos se preguntan con angustia si hay víctimas
o solo daños materiales en la enorme planta industrial. Y dónde están los seres queridos que no aparecen.
»El inspector Mena, vecino
del barrio, tendrá que resolver dos casos a la vez y vivir con ellos treinta y seis horas de frenética
investigación.
P.- La barriada de la que hablas es
ficticia, y no hubo ningún hecho histórico significativo, ¿por qué has querido
entonces ambientar la novela en los últimos años del franquismo?
Elegí esos días de marzo de 1972 para mostrar cómo era la vida diaria en un barrio
articulado alrededor de una industria durante los últimos años del desarrollismo, y cómo reaccionaban sus habitantes
tras un accidente laboral.
»¿Por qué esos años del franquismo y no otros? Porque es mi plan novelesco: contar la intrahistoria, que decía Unamuno, de la gente normal y corriente. Volver a un tiempo que nos explica como ciudadanos y que deberíamos recordar. En orden cronológico, estas son tres mis novelas: Barrio 1972, Nina (la Transición) y Un buen plan o tal vez Barrio 1981 (todavía inédita)
P.- ¿Qué otras novelas similares podemos encontrar a la tuya?
Hay otras novelas que hacen una
profunda crítica de las condiciones
laborales del momento: La mina, de A.
López Salinas o Central eléctrica J.
López Pacheco, pero yo no pretendía llegar tan lejos, aunque también las
denuncio. Quise ambientar el barrio al
completo, en un caleidoscopio de
personajes y situaciones, quizás de forma parecida a La Colmena, de C.J. Cela. En un portal de vecinos, como A. Buero
Vallejo en Historia de una escalera. Y
en un periodo de tiempo corto, para
acentuar la tensión, como en El fulgor y
la sangre de I. Aldecoa.
P.- ¿Cómo era Madrid en 1972?
Madrid creció exponencialmente a finales de los 50, cuando, por decreto,
se anexionó los municipios limítrofes que ensancharon la capital para crear “el gran Madrid”. Su finalidad era absorber en sus terrenos, hasta
entonces rústicos y de bajo precio, no solo a las industrias del desarrollismo, sino a la población obrera que trabajase en ellas. Con ese aumento de
territorio, Madrid consiguió, asimismo, alejar
del centro urbano tanto las
factorías, como los núcleos chabolistas y de infravivienda surgidos por una inmigración incontenible.
»En 1972, en el llamado
segundo anillo de Madrid, convivían varias fórmulas de vivienda: colonias
industriales, poblados dirigidos, chabolismo y UVA. Todas tenían en común la
mala comunicación con la capital, y los precarios, a veces inexistentes,
servicios sanitarios o educativos. Esa es la situación que muestro en la novela.
P.- ¿En qué aspectos te tuviste que documentar?
En cuanto a la documentación, volví
a leer y releer a novelistas y
dramaturgos de temáticas similares, como los que ya he citado. También
revisé artículos especializados, tesis y TFG sobre urbanismo y la creación de
los barrios obreros de Madrid tras la guerra. Barrio 1972 quiere ser ejemplo vivo de cómo surgieron los primeros asentamientos, y de la evolución de las barriadas de ese
segundo anillo de Madrid. Por ello, y por mi entorno docente, como profesora de
instituto, agradezco a la editorial que me haya permitido añadir un breve anexo didáctico (incluso con algunas
imágenes) sobre el origen de esos poblados satélites.
P.- ¿Los madrileños van a disfrutar
especialmente de esta novela?
Supongo que sí, pero no
únicamente los madrileños. En las presentaciones que ya he hecho, en Madrid, los
asistentes participaron con entusiasmo, contando hechos y detalles parecidos. Cada uno de un barrio distinto, pero
con experiencias análogas. Pero resulta que lectores de otras ciudades me han aportado datos de Barcelona, de Bilbao, de
Valencia o de Gijón. Porque cómo nacieron los barrios obreros y la vida que se
hacía en ellos fue bastante similar.
P.- ¿Hay localizaciones reales?
En cuanto a la segunda pregunta,
hay pocas localizaciones reales. He
jugado siempre a describir un lugar ficticio, mezcla de todos y de ninguno. Lo
más parecido a la realidad son algunas escenas ambientadas en un Poblado
Dirigido (que se parece muchísimo al de Fuencarral) y la UVA cercana
(actualmente desaparecida), pero muchos de sus detalles son imaginarios.
P.- La novela parte de la explosión de una
industria. La policía investiga lo ocurrido. ¿Cómo eran las investigaciones en
1972 con respecto a lo que leemos en las novelas negras actuales?
Tras la guerra, el franquismo creó dos cuerpos policiales. Uno
de carácter civil: el Cuerpo General de
Policía, para "la información, investigación y vigilancia”. El otro,
uniformado, de índole militar, encargado de "la vigilancia total y permanente,
así como de represión", que fue la Policía
Armada. Ambas estuvieron operativas durante todo el tardofranquismo y la transición.
En 1972 no había demasiados medios técnicos a disposición de
inspectores del Cuerpo General de Policía, al que pertenece mi personaje, el
inspector Mena. Pero sí los usos propios
de una dictadura: fabricación de pruebas, tortura, incluso ejecuciones
sumarias de supuestos delincuentes. Sin embargo, no he cargado las tintas sobre
esa faceta, que sí exploro en Nina,
por otra parte. En esta historia, el investigador es un policía que se toma su
oficio con honestidad y no suele recurrir a la violencia. Es un hombre sencillo,
en cierto modo parecido a Jaritos,
el comisario de P. Márkaris, por buscarle una similitud. Y por citar a un autor
que también hace crítica social y me gusta mucho.
P.- En tus novelas te gusta hablar sobre
denuncia social, ¿por qué?
Soy de los que piensan que hay que conocer la Historia. Y no solo
la de los hechos importantes, sino la del día a día, la del pulso de la gente,
de los ciudadanos. Para no repetirla y
para no olvidar de dónde venimos. Por otro lado, me aburren las novelas,
las series, las películas que no muestran el entorno social de sus personajes.
Por ello, también me aburriría escribiendo sin esa faceta social.
P.- En el año 2021 te entrevisté por tu
novela Nina, ¿qué diferencias de temas hay en ambas novelas?
Ambas tienen en común la crítica
social, pero en Nina se narran hechos concretos y significativos de la
guerra civil y la Transición. Y cómo
los vivieron los protagonistas. En Barrio
1972 es la vida cotidiana el
tema prominente, con la explosión de La Metalúrgica como detonante, suceso
significativo para el barrio, pero no para la Historia de España.
Vuelve a ser una portada de Francesc
Gómez Guillamón, como la de Nina,
y me gusta mucho cómo interpreta mis textos. Partíamos de carteles futuristas
en colores amarillos, azules y naranjas; y de carteles sobre trabajo y
trabajadores. Creo que ha conseguido una portada muy vistosa y setentera. En
particular, me encantan las dos mujeres del primer término.
P.- ¿Alguna vez has pensado en mandar tu
manuscrito a una agencia literaria?
Pensarlo, sí, por supuesto. Lo
que no he llegado a hacer ha sido enviar mis manuscritos. Ya que me lo sugieres
y tengo una novela inédita, me lo plantearé seriamente ;)
P.- ¿Qué es lo que te resulta más engorroso
desde que comienzas a escribir hasta que se publica el libro y está en
librerías?
Me gusta escribir y todo lo que
lleva aparejado (incluidas las correcciones). Lo peor es buscar editorial. Una
vez conseguida esa aventura, me incomoda el trabajo de difusión, de estar en
los medios, anunciando preventas, presentaciones y todo eso. No me cuesta nada
desplazarme y hablar de mis libros, adoro las presentaciones y las firmas, pero
esa tarea de propaganda, que es indispensable, lo sé, y que hago lo mejor que
puedo, me causa estrés. Porque, la verdad, demanda mucho tiempo. Y porque, me
temo, mi afán perfeccionista me incita a dedicarle demasiado.
P.- ¿Cuál ha sido la novela
que has leído que más te ha gustado en el 2023?
En cuanto a 2023, pocas cosas han dejado poso en mí. Será que ya llevo demasiadas lecturas en mi vida, y eso de que el saber no ocupa lugar no es del todo cierto. He removido entre todas hasta que he dado con las que más me han dejado huella. Y compruebo que han sido textos entre el ensayo y la narración, escritos por mujeres, y que no son especialmente de ese año: El peligro de estar cuerda, de R. Montero, Kim Ji-young, nacida en 1982, de Cho Nam-joo y El lugar de Annie Ernaux.
P.- ¿Qué novela tienes pendiente leer en este año?
Respecto a este 2024 recién estrenado, me hace ilusión esperar por En agosto nos vemos, texto inédito de Gabriel García Márquez, uno de mis autores favoritos, que se anuncia para marzo. También por Tres enigmas para la Organización de Eduardo Mendoza, que es otro, y que está ya a puntito de salir, a finales de enero.
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