El visitante, de Stephen King

 


Éste es uno de los libros más potentes de Stephen King en los últimos años, sobre todo en su primera mitad, en la que adopta los modos de la novela policiaca y de suspense, con sospechosos, interrogatorios y el brutal asesinato de un niño, ya ocurrido cuando empezamos el libro. Es una novela mutante, que cambia de género en cuanto se incorpora a la trama Holly Gibney (uno de los personajes de la trilogía formada por Mr. Mercedes, Quien pierde paga y Fin de guardia, recién retomada en Holly, que salió hace poco a la venta) y entonces vira hacia lo sobrenatural. El visitante (The Outsider en inglés) salió traducido en 2018 y yo lo he leído en los días navideños, lo que denota el atraso que llevo con su obra. Aquí va un fragmento de uno de los interrogatorios del principio:

Inspector Anderson: ¿Diría que era una furgoneta comercial?

Ritz: Exacto. Sin ventanas, con doble puerta trasera. El tipo de furgoneta que utilizan las empresas pequeñas para el transporte. Puede que fuera una Econoline, pero no lo juraría.

Inspector Anderson: ¿Llevaba escrito el nombre de alguna empresa? ¿Como Aire Acondicionado Sam o Ventanas a Medida Bob? ¿Algo así?

Ritz: No, no. Nada de nada. Pero estaba sucia, eso sí se lo digo. Hacía mucho que no la lavaban. Y tenía los neumáticos embarrados, probablemente por la lluvia. Dave ha olfateado las ruedas y luego hemos continuado por uno de los caminos de grava entre los árboles. Al cabo de unos cuatrocientos metros, Dave ha empezado a ladrar y ha echado a correr entre los arbustos de la derecha. Ha sido cuando ha encontrado el rastro. Casi me arranca la correa de la mano. Yo intentaba obligarlo a volver a tirones, y él se resistía, no hacía más que sacudirse y escarbar en la tierra sin parar de ladrar. Así que lo he atado corto, uso una de esas correas retráctiles, van muy bien para eso, y he ido tras él. Ahora que ya no es un cachorro no hace mucho caso a las ardillas y las tamias, pero se me ha ocurrido que a lo mejor había olido un mapache. Me disponía a hacerlo volver quisiera o no, los perros tienen que saber quién manda, cuando he visto las primeras gotas de sangre. En la hoja de un abedul, a la altura del pecho, o sea, a un metro y medio del suelo más o menos, calculo. Había otra gota en otra hoja un poco más allá, y después, aún más allá, toda una salpicadura en unos arbustos. Todavía roja, reciente. Dave la ha olfateado, pero quería seguir adelante. Ah, antes de que me olvide, justo entonces he oído un motor detrás de mí. De no ser por lo ruidoso que era, como si tuviese el silenciador averiado, puede que ni me hubiera enterado. Retumbaba, no sé si me entiende.

Inspector Anderson: Ajá, sí.

Ritz: No puedo jurar que fuese la furgoneta blanca, y como no he vuelto por el mismo camino no sé si ya se había ido, pero casi seguro que sí. ¿Y sabe qué significa eso?

Inspector Anderson: Dígame qué cree usted que significa, Jon.

Ritz: Que es muy posible que ese hombre estuviera observándome. El asesino. Observándome entre los árboles. Se me pone la carne de gallina solo de pensarlo. Me refiero a ahora. En ese momento tenía toda la atención puesta en la sangre. Y en evitar que Dave me descoyuntara el brazo derecho de un tirón. Empezaba a estar asustado, y no me importa reconocerlo. No soy un hombretón y, aunque procuro mantenerme en forma, paso ya de los sesenta. Ni siquiera a los veinte era aficionado a las broncas. Pero tenía que ver qué pasaba allí. Podía haber alguien herido. 

 

[Plaza & Janés. Traducción de Carlos Milla Soler]

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