La pasión de Napoleón y
Josefina
A las maduras
nos agrada el escondite
el premio es bello
y las risas, caramelos
Josefina es una mujer madura
exultante con unas mini vacaciones de invierno. Después de trabajar duro
durante todo el año, se ha tomado una semana de relax. Ha decidido que la mejor
medicina para reponerse del estrés al que está sometida, es cambiar la rutina:
nada de trabajo, ordenador, dietas, redes sociales o deporte. Necesita comer
sin pensar en las caloría que engulle y cambiar las máquinas del gimnasio por
el sofá. Sin embargo, pasados los primeros días, se da cuenta que está falta de
sexo y necesita un poco de acción. Se pone a mirar los artilugios eróticos que
ha ido comprando en diferentes sex shops cibernéticas, pero ninguno le llama la
atención lo suficiente como para usarlo. Es una compradora compulsiva y tiene
un buen surtido: un hermoso plumero decorado con strass, unos antifaces, unas
esposas, vibradores con potencia plus, un babydoll de Chantilly marfil,
bolas chinas de diferentes tamaños y texturas, medias de rejilla en diferentes
colores… En fin, un ajuar completo.
Luego de repasarlo, es obvio que fantasee
con todo lo que ha hecho y todo lo que podría hacer. Y… se excita más de lo
habitual. La fragancia a mujer experimentada se dispersa por el ambiente.
Acaricia sus pezones y su sexo se humedece. Sus dedos se deslizan por sus
esculturales curvas, el bello se le eriza cuando roza los labios de su vulva y
aprieta el clítoris. Convulsiona y gime de placer mientras su vientre se agita.
Saciada, wasapea a una amiga y le cuenta la historia. Y, ésta, le dice que
necesita algo más fuerte y la invita a una fiesta picante que celebra su troupe
en el club privado Versalles. Al día siguiente, se pone el babydoll y unas
medias de rejilla por arriba de las rodillas con ligueros de encaje. Se recoge
la melena azabache en una diadema dorada. Toma un antifaz de estilo afrancesado.
Se calza unos Manolo Blahnik con tacón de aguja forrados en satén. Y, encima, se
coloca un abrigo masculino de paño. Toma un taxi que la deja en la puerta del
antro.
Versalles está extrañamente
iluminado y la puerta aparece cerrada. No obstante, cuando la golpea los
paneles de forja repujada se abren. No hay nadie esperándola. Pese a ello, ve
una espectacular butaca de seda en tonalidad blanco roto con dibujos florales en
el que han dejado un sobre lacrado que lleva su nombre, sonríe maliciosa. Lo
abre y lee: «Ponte
cómoda Josefina. Jugaremos al escondite. Te divertirás». ¿A ver dónde me he metido?
Piensa mientras se quita el abrigo y se coloca el antifaz.
Le llama la atención la suave
música de cámara que oye en la lejanía; se encamina hacia ella entre
habitaciones vacías y mesitas barrocas. Sube al primer piso despacio y altiva
como las celebrities de pasarela. En la primera planta solo una puerta está
abierta. Se dirige hacia ella y descubre un salón rococó decorado por cortinas
y mobiliario de terciopelo púrpura con medallones semitransparentes ribeteados
en oro, en los que aparecen escenas eróticas. ¡Vaya! Creo que llegué al salón
de la lujuria, recapacita.
Unas risas fluctúan cerca. Se sienta
en un canapé mullido y la luz se afloja hasta llegar a una penumbra sinuosa
donde todo se intuye y nada se ve. Alguien, que no llega a reconocer, deja el
aliento en su nuca. No pregunta. No intenta acariciar el aire denso de la
habitación de los placeres. Pero, se estremece cuando unos labios besan su
cuello y unas manos la incitan a levantarse para rodear su cintura y, de
improviso, destrozar su braguita y rebuscar entre su partes íntimas.
Sobreexcitada por la sorpresa, se gira. Empero, sólo distingue una máscara que
se lanza sobre sus pechos, muerde sus hombros y lame su piel con una lengua
depredadora. Josefina busca su miembro endurecido. Sin embargo, encuentra unos genitales
femeninos de labios inflamados: los acaricia. Introduce los dedos por la
abertura. Nota cómo se contraen y dilatan las paredes húmedas. De repente, la
enmascarada desaparece en la opacidad de la sala.
Agitada, sigue a la sombra. Pero
cuatro manos la atrapan y la deslizan hacia la pared donde miman su cuerpo.
Aproxima sus manos y roza unos pechos generosos con pezoneras temblorosas. Los
estruja, igual que comprimen los suyos. Su boca acuosa necesita alimentarse, se
lanza hacia las redondeces; las lisonjea y resbala su lengua hasta alcanzar
unos labios glotones que la engullen. Jadea. Deja que su humedad penetre en el
interior de esa boca desconocida y gozosa. Lenguas entrelazadas. Carne trémula.
Cambia de pareja y otros labios le proporcionan un sabor afrodisiaco de fresas
con champagne que enardecen su libido. Quiere más. Necesita eclosionar. Pese a
ello, las siluetas se esfuman traviesas.
Camina a tientas entre los persuasivos
cortinajes y el mobiliario de lujo. Se le antojan cuerpos errantes que
necesitan amor, acaricia sus caderas. Resbala las palmas hasta el pubis. Antes
de adentrarse en su templo ardiente, otros dedos pellizcan su espalda y un
miembro eréctil se abre camino entre el surco de sus nalgas. Quiere tenerlo
dentro, piensa con ojos felinos y labios jugosos. Su almendra rosada, gotea. El
macho sigue el juego amoroso frotando sus senos. La invita a tumbarse sobre un
mullido sofá donde la inmoviliza y la besa voraz. Josefina siente unos espasmos
musculares fortísimos: tiene un orgasmo múltiple que la deja exhausta. Su
organismo tiembla exterior e interiormente en el preciso instante en el que un
taladro de considerable tamaño, irrumpe en su intimidad y numerosas manos
agasajaban su convulsa hechura. Los movimientos endiablados aceleran los
calambres de su pubis, de su cuerpo. El semental no se aparta. Siguen bailando
hasta que sus cuerpos sudorosos caen extenuados sobre las finas tarimas de
madera pulida.
Es entonces, cuando recoleta como
una paloma virginal repleta de amor, le dice a su partenaire…
–La experiencia me ha gustado y
quisiera repetir en otras ocasiones. ¿Cómo puedo encontrare? ¿Cuál es tu
nombre?
–¿Cómo? Mi amada Josefina. ¿Aún
no me has reconocido? Soy tu Napoleón.
Josefina deja Versalles horas más
tarde. Sonriente y hermosa. Se ha sentido como un apetitoso filete de carne
picada espolvoreada por distintos condimentos. Ha fluctuado entre todo tipo de
secreciones gozosas. Una experiencia gravitatoria.
© Anna Genovés
Revisado y tuneado el viernes 1 de diciembre de 2023
Imagen tomada de la red
*Cuento original incluido
en el libro de relatos La caja pública. Asiento propiedad intelectual
09/2015/427. Disponible en formato papel en Amazon. ISBN-10: 1502468433
ISBN-13: 978-1502468437
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