CERCIS SILIQUASTRUM
Queridos y estimados amigos:
por fin seco doy comienzo a la amargura
mereciendo la alegría del canto de los pájaros
Deseé mi muerte, conté uno por uno
los días que restaban hasta ella
sin embargo, no lloréis ahora mi ausencia:
sentidme cerca, de nuevo habladme
Os amaré desde la tierra sin rencor
como sin rencor en la tierra os he amado
Me llamasteis árbol del amor
comúnmente ciclamor y también árbol de Judas
Árbol de Judas, también
GINKGO BILOBA
Más allá de amarnos he de saber
si la Segunda Guerra Mundial
alcanzó su fin
Por qué aún hay semillas mías
repartidas por el mundo
como símbolos de paz
esperanza y resistencia
A estas alturas de la Tierra
deseo de un poema la misma luz
que la de aquel amanecer
en Hiroshima
Qué otra cosa imaginar
que no sea el vientre atómico
de una aeronave
Qué otra cosa, inequívoca
desde el cimiento
que no sea una ciudad arrasada
Qué otra cosa, diferente
al sufrimiento humano
Qué otra cosa, dime
distinta al calor abrasador
de un bombardeo
QUERCUS ILEX
Hubo amaneceres poco razonables en sus delirios
románticos de cartucho de escopeta
rindiendo culto al cuello de los galgos
Su amor al extremo de las cuerdas
se anudaba a una de mis ramas
como una desgraciada ceremonia
que anclada queda a la memoria
Recuerdo de los ojos animales
que agonizaban en la dehesa
la mesiánica esperanza del ladrido
y una brisa que ensanchaba el abandono
Cigüeñas, moscas, yo misma como encina
suplicamos la llegada prematura de aquel día
en el que tanto indeseable fuese devorado
por la boca constrictora
de su propia mala sombra, pero
ese día no llegaba
y la impunidad en los romances
seguían matando perros
Gsús Bonilla, de Arboretum. Breve antología de árboles caídos (Ediciones Liliputienses, 2023)