Tercer y último volumen de La Trilogía de los Pantanos (Bajo la dura luz, Los matones del Ala y Sin reproches), del que no podemos contar mucho por si alguien aún no ha leído los anteriores. Aunque se pueden leer de manera independiente, digamos que, esta vez, adquiere protagonismo el padre de los Shade, John X.: un hombre que ha ido dejando hijos y ex mujeres y cornudos a su paso, mientras se bebía todo el whisky del mundo. John se reencontrará con sus hijos mientras un mafioso de poca monta le pisa los talones.
Esta tercera novela contiene menos violencia y tensiones, como si fuera un libro de transición en los personajes, que tratan de cerrar sus historias y asentarse sin líos. Predomina la destreza de Woodrell para los diálogos y para retratar a toda esa gente cuya máxima ambición en la vida parece consistir en asegurarse el bebercio de cada noche y continuar sobreviviendo día a día sin demasiadas aspiraciones. Aquí va un fragmento:
-Sé que me odias –dijo–, pero no sé por qué.
-Sí que lo sabes.
-Bueno, ha llovido mucho desde entonces. Pero lo importante es que seguimos aquí, al pie del cañón, ¿no te parece?
Stew resopló.
-Eso no es lo importante ni de lejos.
-Ya lo veo. Soy un hijo de puta, ¿es eso?
-Eres superficial y ya está. Superficial de cojones. Para ti y los de tu calaña, la vida consiste en buscar comodidades materiales.
-¿Y eso es ser superficial?
-Superficial de cojones.
-¿Quieres decir que jugar, beber y follar son comodidades materiales?
-Claro que sí, desde luego.
-Entonces tienes razón. Soy un hijo de puta superficial.
[Sajalín Editores. Traducción de Ana Crespo]