Hay un salto de lo real a lo transcrito, como un hálito contenido,
una décima de segundo en suspense entre lo entendido y lo formulado,
que participa de la misma materia
que la sustancia que hay detrás de las puertas, debajo de las camas,
en los ojos a punto de ser desprendidos de su venda,
en las zonas oscuras tras las ventanas rotas de casas viejas,
donde nadie pone pie ni mira en su interior
pero que al amanecer tiemblan con el resplandor del día
que todo lo ciega, porque todo
participa del éxtasis de ser tocado por la luz.
Esa misma suspensión de vacío, en el que las cosas que penden
se deciden a caer o aguantan un último equilibrio.
Ese instante por el que el viento titubea y duda
si arrancar de cuajo las hierbas espesas o solo peinarlas,
y finalmente se lleva el sombrero de mi cabeza.
Así me asomo a la pura realidad sin pensamiento,
llevo el cuerpo por delante del entendimiento
y veo todo a la luz.
Y solo encuentro una cosa: evidencia de amor.
Susana Barragués Sainz