Sesenta años en la mochila.
Un par de mudas
por si acaso la noche se alarga
dos amaneceres.
Poca cosa si hablamos de equipaje:
un mar que aún queda lejos
para sentir su aroma de Crepúsculo,
una playa sin oleaje,
una caricia guardada
en el bureau del recibidor,
reservada para la ocasión.
Sesenta dudas sin dudarlo
un segundo.
Un poema roto en mil pedazos,
cosido con los hilos de un verso.
Una canción que me recuerda
la eterna juventud que vivo.
El sabor
que me dejaron las caricias
que compartí
en madrugadas con lunas
en cuarto creciente.
Un deseo que nunca me concedió
el genio de la lámpara.
Poca cosa si hablamos de equipaje,
a excepción de lo que aún me queda,
para compartir contigo.
Gordon Haskel