Sé que a veces vendrá el dolor a encontrarme y buscarme el cartabón y la arritmia del tejo, volverá a desenredar hospitales y aceras a bocajarro en tu frente, volverá para afinar la guitarra y los motivos... llorando por la tierra virgen que violamos. Y estaré abierta a conocer sus bibliotecas y sus callejones, para echarlos en la paleta de pintura y en el portaminas, trataré de ser madre y taberna, y evitar que nos entreguemos sin luchar al camino y la sangre. Querré la vida y a sus ladrones, entre vasijas rotas, desgranando fantasmas del vino y de las luciérnagas, para que duermas ésta noche sin preguntarte con puñales porqué lo hiciste. Lo hiciste porque era muy zurda la curva y pasada de casquete y de hash no esperó a que distinguieras la rosa del veneno ni la casa de la muerte. Porque si no lo hubiéramos hecho jamás hubiéramos dado la vuelta en aquél barracón que sabía a los saltamontes de una niñez pasada por las drogas de un mal guardián del Leteo. No hubiéramos unido jamás la piel a aquel precipicio para aprender a hablar con el esqueleto de la noche la historia que sobró de esa cacería de niños sin mundo... ni hubiéramos vuelto a las manos de madre entre los hartos y los jabones, quitándole agujas a las muñecas. Porque si no lo hubiéramos hecho no hubiéramos conocido cuál era la tumba que guardaba el mar en nuestra última pisada, ni el último antro de nuestra locura suicida, trapicheando con rajas y remaches, la mecha que nos seguía alcanzando al cielo en llamas en nuestra lúgubre sombra llena de todo lo vaciado pero dispuesta a volver a besar a los astros en todo lo muerto.
Mareva Mayo