Detrás de una pelota siempre hay un niño, según el dicho popular. Pero en esta historia no hay ningún niño, sólo pelota. El niño ha desaparecido hace ya tiempo, arrollado por una furgoneta en este angosto callejón, pero la pelota sigue apareciéndose aún, surgiendo de la nada en el lugar del atropello, materializándose y esfumándose, como por arte de magia, tras dar unos cuantos botes sobre el asfalto. Sólo algunos conductores, aleatoriamente, la ven, y frenan su vehículo súbitamente, mirando sobresaltados hacia el lugar de donde procede, para continuar precavidos su marcha al comprobar que detrás de ella no hay nadie. Es una leyenda urbana en el barrio. Y a lo largo del tiempo, muchos afirman haberla visto botar frente a sus coches. Dicen que los padres enterraron al niño con la pelota tras el accidente. Pero aún sigue, de vez en cuando, apareciendo y desvaneciéndose, como una luz que agoniza, en medio del callejón. Nadie sabe por qué.
Vicente Muñoz Álvarez