Podredumbre, entrañas y sangre en el vestíbulo del infierno. Senda salpicada de tumbas y de flores muertas transitada por el olvido y la desesperanza. Retazos de recuerdos rotos, bajo la lluvia pútrida de un anochecer eterno que preludia miseria. Calles vacías, sentimientos desintegrados bajo un manto de basura compuesto de dudas y desaliento recurrente cuando el tiempo se congela, para torturar más existencias desangeladas. Atravesar esa línea cuya linde se perdió en una perspectiva relegada. No hay retorno. El futuro es un duende encerrado en una botella mecido por las olas de un mar muerto. El infierno está muy lejos de ser una quimera cuando la luz se coló por las rendijas de un abismo infinito. Fuego dormido y besos gélidos. Anhelos desquiciados que carecen de voluntad para perderse definitivamente. Muerte vestida de novia en la pantomima de la existencia suprimida.
Paco Gómez Escribano