a casa a trompicones
y encontrarla sin nadie
y con ruidos que no cesan
: gritos de quien ya no está.
A veces no importa lo bastante
ser uno mismo el que golpea
sobre su propio desvelo,
y dormir y que te cuenten
los demás la vida
si ya hay demasiada sangre
para ofrecerte en la memoria.
—Quiero creer en lo que conmueve
y aturde con sus garfios tristes.
Lo sobrecogedor es que tú
tampoco estés en esa casa.
Luis Miguel Rabanal