Vicente Muñoz posee el don de la ubicuidad. También el de la alquimia. No hay otra explicación para esa capacidad suya para enredarse en el tiempo y entregarse a su oficio de escritor, a sus otros oficios y también a esa vida tan intensa, tan íntima y tan cómplice de la que es devoto y que le sume en un constante mar de instantes. Su biografía artística le delata como un obseso de la acción creativa más entusiasta y pone en cuestión la condena del síndrome de la página en blanco al que cualquier escritor se ve abocado. Ahí está el centenar de cuartillas que ha rellenado con trazo seguro y que, sumadas, dan contenido a una trayectoria inundada de referencias y colmada por toda clase de publicaciones. Da igual el género en el que se maneje o el proyecto que le maniate, Vicente Muñoz Alvarez no se emplea en el susodicho sino en la firmeza y la rotundidad. Es uno de esos 'pepito grillo' que toda sociedad necesita y cuya voz se amplifica por sí misma sin más ayuda que la de su propia sensibilidad, sostenida por una variedad amplia de emociones.
'Regresiones' constituye su último proyecto. Llevaba tiempo rumiándolo pero sólo ahora, cuando su vida ha cubierto las etapas suficientes y el aroma de los cincuenta se le anuncia ya, ha decido apuntalarlo. “Es una novela sobre nuestro León subterráneo de los 80, básicamente, por la que pulula mucha gente”, asegura Vicente sobre su nuevo libro. “Una especie de crónica de la cultura no oficial de esta ciudad, que la ha habido, mucha, y sobre la que creo que hasta ahora nadie ha escrito un libro. Así que allá que me he lanzado y esto ha salido”. La propia vivencia ha alimentado la literatura de Vicente Muñoz. La instrucción en la experiencia ha empujado muchas de las líneas que ha ideado. En 'Regresiones' aún va más lejos. Es un libro sobre él mismo. Aunque no haya en él ejercicio alguno de vanidad o arrogancia, sino esmerado manejo de la primera persona para ordenar los recuerdos y vivencias que, una vez suturados y perfectamente localizados en una etapa muy concreta, el León de los ochenta, subliman el siempre complejo ejercicio de la introspección. “Es un álbum temporal de fotos de otro mundo que no va a volver”, ha escrito Pacho Rodríguez, periodista, músico y escritor leonés, que vivió en primera persona, como Vicente, muchos de los pasajes de aquel León ochentero que sacudía su modorra y abría sus puertas a una vida cultural que, quizás por su ingenuidad y su falta de rubor, se multiplicaba y forzaba el talento de sus protagonistas.
Necesitaba Vicente de la perspectiva temporal para consumar 'Regresiones'. La memoria no es siempre transparente, pero siempre es memoria. El recuerdo es exclusivo, aunque nadie le discute su cariz subjetivo. Vicente Muñoz Alvarez habla y habla de su vida y al hacerlo habla del contexto donde esta quedó ubicada. Su mirada es sincera, es tierna, es entrañable, es precisa, es emocionante. Su novela es un western... de emociones. El, ese antihéroe que ve pasar el tiempo con ansia, se mide con una realidad que le cerca, que le abre sus puertas, que le va guiando en ese despertar suyo. Vicente habla de él, y mucho. No a la manera del exorcizador que necesita ajustar cuentas con sus fantasmas y sus sombras. Vicente ejerce su oficio de narrador impulsado por el aliento de la generosidad, asombrado por lo que cunde (y deja de cundir) el tiempo y absorto y expectante ante lo que queda por venir.
Julio César Alvarez, uno de esos gurús culturales que ha practicado sus virtudes y cualidades en este León de contrastes, ha escrito el prólogo de 'Regresiones' y lo culmina de la siguiente manera: “Un canto a un tiempo que ya no volverá. De ahí su increíble magnetismo, su magia”. No hay palabras que mejor describan el libro de Vicente Muñoz Alvarez.
'Regresiones' se abre con un poema que declara el propósito del libro. Lo firma Vicente, para el que el concepto de género hace ya mucho tiempo que perdió su anclaje más convencional. “León / a vista de pájaro / desde/ Las Lomas / una pequeña mancha / de caminos cruzados / en el confín / 48 años / sobrevolándola / sin motor / toda / una vida”. A partir de ese momento, 'Regresiones' detalla algunos de aquellos momentos que la memoria del autor ha ido amasando. Y sí. Es verdad. En el libro se cita a Los Cardiacos, a Los Flechazos, a Deicidas, a Ópera Prima, a Veredicto Final (el grupo donde Muñoz ejerció como letrista y batería), el Húmedo, el CCAN, los fanzines... Pero también se alude al detalle de una vida que pasa, que vive su transcurrir con naturalidad y que suma y suma la variedad de su circunstancia, con sus logros, y sus sinsabores, sus frustraciones y sus alegrías. 'Regresiones' desata en el lector, sobre todo en el que perteneció a aquella generación de provincias que necesitaba y reclamaba la audacia del imprevisto, un clima de complicidad, de identificación.
Es cierto, Vicente Muñoz Alvarez sólo podía haber escrito 'Regresiones' una vez que su vida hubiera construido parte de su edificio. Y ahí está el resultado. “lo voy a dejar claro (ahora que mudo de piel) ya de una vez: soy un escritor autobiográfico: lo que me pasa lo cuento, escribo sobre la marcha, vivo escribiendo y escribo viviendo y la escritura es mi catarsis, sí, pero también soy y seré siempre un caballero: el rencor no es mi punto débil, tengo otros muchos, pero ese no, el rencor no, y trato a mis recuerdos como a mis versos, con todo el respeto y cariño del mundo mundial... pero escribo, eso sí, sobre lo que vivo y pienso y deseo, lo bueno y lo malo y lo regular, y eso nada ni nadie me lo va a quitar...”. Así se expresa Vicente en uno de los apartados de un libro que, además, guarda su porción final para el recuerdo de 19 músicos y escritores que también han hecho camino con Vicente y a los que este cede su propio espacio literario para que compartan con el lector su memoria.
Emilio López Castellanos
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