Nicolás Díez: «Mi inquietud como novelista es plasmar la complejidad del mundo en el que habitamos»


 

Nicolás Díez Barros (Granada, 1980) es licenciado en Filología Hispánica. Ha publicado relatos de manera periódica en la revista La Costa y algunos de sus poemas han sido recogidos en antologías (Alborismos, 2022). Fue finalista del Premio de Narrativa breve de IDEAL en 2017 y debuta en el campo de la novela con Tres tonos de azul. Actualmente trabaja como profesor de Literatura en Granada, ciudad en la que vive paseando eternamente sin rumbo.





P.- ¿De qué trata Tres tonos de azul?


Desde el punto de vista argumental, Tres tonos de azul trata sobre Saúl, que es una persona social y económicamente acomodada, pintor de cierto renombre y profesor en la universidad de Bellas Artes. La novela empieza cuando Saúl está atravesando un momento complicado emocional y sentimentalmente. Ha roto con su esposa y pasa los días empaquetando sus cosas y buscando un nuevo apartamento. Y en esa búsqueda, en ese proceso completamente trivial, mientras le enseñan un piso, el tipo de la inmobiliaria sale a hacer una llamada. Saúl recorre el piso vacío con despreocupación y abre una puerta. Pero resulta que el piso no está vacío, y en esa habitación Saúl contempla una escena. Rápido, apenas unos segundos. Y esa escena empieza a marcar toda su vida a todos los niveles.



P.- Tres tonos de azul está ambientada en Granada, ¿es un homenaje a tu tierra?


En la novela, la ciudad de Granada, además de ser el marco narrativo, es un personaje más de la historia. Me he esforzado en intentar crear algo vivo y orgánico que intervenga de manera directa sobre los personajes y sobre la trama. El objetivo es claro: mi inquietud como novelista es plasmar la complejidad del mundo en el que habitamos. Nada me interesa más que la manera en la que vivimos y afrontamos la modernidad las personas que estamos en ella. Y por eso, porque es mi realidad inmediata, Granada tenía que ser el escenario de esta historia.



P.- Al escribir, ¿tienes predilección por el narrador en primera persona, como ocurre en esta novela?


Creo que hay dos elementos que son exigidos por la historia, y nunca al revés: el narrador y la estructura. Decidirse por un tipo de narrador o por una estructura concreta (capítulos más largos, más cortos…) es algo que depende directamente de lo que se quiere contar, y acertar en ambos aspectos es esencial para escribir una buena novela. En este caso, cuando hice el primer esbozo de la historia de Saúl, no tuve dudas de que era el propio Saúl quien tenía que contarnos su viaje, con toda la carga de subjetividad que eso implica. Creo que nunca hay que fiarse de los narradores en primera persona, ya que todos contamos nuestra verdad, y generar esa sombra de duda es algo que me encanta.



P.- Háblanos de cómo se gestó la cubierta y qué relación tiene el mar con tu novela.


Esta novela, como cada historia que escribo, nace de una imagen que se genera de forma espontánea en mi cabeza. En concreto, la imagen de un hombre mirando al mar. Exploré un poco esa idea, y me di cuenta de que ese hombre desconocido estaba rebelándose contra ciertas cosas que le estaban ocurriendo o quizás contra ciertas personas. Ya tenía un inicio. Finalmente, esa escena inicial es un episodio central de la novela: Saúl está en la costa y acaba de recibir un golpe terrible. Y allí, mirando al mar, Saúl se da cuenta de que la hostilidad del mundo es algo inevitable, pero que hay en su mano un pequeño resquicio que no está aprovechando, ya que, cuando el mundo aprieta con toda su inmensidad, es casi imposible no dejarse llevar. Y en ese momento, todo cambia. Saúl decide rebelarse y luchar, y esa primera imagen que me vino a la cabeza llamando a la puerta cobró sentido y se convirtió en el punto de gravedad de toda la historia. Y por supuesto, también se convirtió en la cubierta (que es un cuadro de Esperanza Romero pintado en exclusiva para la novela).



P.- En tu novela hay un gran secreto familiar, ¿en qué otras obras de la literatura podemos encontrar secretos familiares inconfesables?


La familia es uno de los grandes terrenos de exploración de la novela (y de la ficción en general), pues ofrece un sistema de relaciones complejo, que se alza sobre unos presupuestos de lealtad y amor que los seres humanos tendemos a quebrantar de muchas maneras. Por citar algunas, creo que esa exploración sobre las estructuras familiares me resulta especialmente relevante en Las correcciones, de Jonathan Franzen; en Expiación, la genial novela de Ian McEwan y por supuesto en mi novela de cabecera, La broma infinita, de David Foster Wallace.



P.- Parece que la novela ha tenido muy buena acogida, ¿te esperabas tan buen recibimiento?


No, no me lo esperaba, pero me ha alegrado muchísimo, la verdad. En especial, cuando he tenido la oportunidad de hablar con los lectores, tanto en presentaciones como en eventos públicos. Incluso en los mensajes que recibo a diario a través de las redes. Que una persona haya dedicado tiempo y cariño a mi historia, y se acerque a charlar conmigo sobre ello es algo que me resulta muy emocionante. Aún tengo que acostumbrarme.



P.- Has publicado con Viento Norte Editorial, ¿qué tal está siendo la experiencia con una editorial tradicional?


Fantástica. Desde que leyeron el manuscrito y decidieron publicarlo, mis editores, Chris y Kenia, me han tratado de una forma impecable, siempre con una sonrisa, con cariño y con un gran respeto por mi obra y mi trabajo. Siento por ellos un profundo agradecimiento.



P.- Fuiste finalista del Premio de Narrativa breve de IDEAL en 2017. ¿Con qué novela?


Era un certamen de narrativa breve. La obra que presenté es una de las primeras que escribí en mi vida, Las luces del puerto, un cuento sobre una familia de niños huérfanos que pasan un día en la playa con su excéntrico abuelo. Lo mejor del cuento era el final, que cambiaba radicalmente el sentido de toda la historia. El hecho de que fuera premiado y reconocido me animó mucho a seguir escribiendo.



P.- Eres profesor de Literatura en Granada. Si de ti dependiese, ¿qué novelas pondrías en los planes de estudio como obligatorias?


No soy muy partidario de la lectura impuesta a niveles no universitarios. Creo que cada joven debería desarrollar su trayectoria lectora en función de sus inquietudes personales, y no a través de modelos rígidos. Pienso que en este sentido es mejor orientar que obligar.



P.- ¿Cómo se incentiva la lectura entre los jóvenes?, ¿y entre los adultos?


Vivimos en un mundo en el que las ideologías están completamente disueltas e integradas en intereses mucho mayores, y por eso creo que la lectura es crucial. Una novela es el resultado de la mente individual de una persona, y creo que las opciones de manipulación son muy escasas, al contrario de lo que ocurre en la ficción televisiva, controlada por grandes empresas. Creo que deberíamos luchar desde las familias, desde el sistema educativo, desde los medios, por concienciar a la sociedad de que la mejor ideología posible está en una biblioteca.



P.- ¿Podrías recomendarnos alguna novela de un autor granadino?


Aunque no es una novela como tal, me gustaría recomendar Qué piensa mi padre, de Paula Puigmartí, una obra que me ha parecido soberbia. Es un ejercicio de introspección brillante. No os la perdáis.



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¿DÓNDE ENCONTRARLO? 


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