-¿En qué he cambiado?
-Es difícil de explicar… Parece como si no tuvieras energía ni ganas de llegar a ninguna parte. Eres tan diletante… Me molesta.
-Pues lo siento.
Pero mi pretendido tono frívolo sonó algo forzado. Sally contempló ceñuda sus diminutos zapatos negros.
-No debes olvidar que soy una mujer, Christopher. A todas las mujeres les gustan los hombres fuertes y decididos que luchan por sus objetivos. Una mujer quiere ser maternal con un hombre y proteger su lado débil, pero también debe tener un lado fuerte que ella pueda respetar… Si llegas a interesarte por una mujer, te aconsejo que no le permitas ver que careces de ambición. De lo contrario te despreciará.
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-Nunca volveré a encontrar un caballero como usted, Herr Issyvoo… Siempre tan puntual en el alquiler… No acierto a comprender lo que le impulsa a marcharse de Berlín así, tan de repente…
No serviría de nada explicárselo o hablar de política. Ya se está adaptando a mi partida, como lo hará a cualquier nuevo régimen. Esta mañana la he oído hablar fervorosamente del Führer con la mujer del portero. Si alguien le recordara que votó a los comunistas en las elecciones del pasado noviembre, seguramente lo negaría ardientemente y con la mayor buena fe. Se limita a aclimatarse, como un animal que muda el pelaje en invierno de acuerdo con la ley natural. Miles de personas como Fräulein Schroeder están haciendo lo mismo. Después de todo, sea cual sea el gobierno que detente el poder, están condenadas a vivir en esta ciudad.
[Acantilado. Traducción de María Belmonte]