EL ESPEJO DE LA BRUJA

 

El cine de terror mexicano de mediados del siglo pasado está lleno de pequeñas joyas olvidadas, bizarras y psicotrónicas a más no poder, pero deliciosas y muy disfrutables aún, que a mí personalmente, en ciertas noches lluviosas, me encanta videar.

He hablado ya de algunas en mis Cult Movies: El hombre y el monstruo, La maldición de la llorona y Museo del horror, de Rafael Baledón, El esqueleto de la señora Morales, de Rogelio A. González, o la sin par Misterios de ultratumba, de Fernando Méndez, y ahora le toca el turno a El espejo de la bruja (1962), de Chano Urueta, otra de mis favoritas.

Una especie de hermana bastarda (salvando las distancias) de Los ojos sin rostro, de Georges Franju, que nos ofrece morbosos espantos e inolvidables secuencias, un retorcido guion de Carlos Enrique Taboada y estupendas interpretaciones, en especial la de Isabela Corona, que años después volvería a repetir el rol de bruja en la magnífica La tía Alejandra, de Arturo Ripstein.

Conjuros y encantamientos, traiciones y venganzas, hechiceras y mad doctors, crímenes y fantasmas, y trasplantes y resucitadas, todo ello teñido de una atmósfera muy hammeriana y gótica, hacen de esta película una delicatessen para los amantes del género.

No hablamos, obviamente, de obras maestras, pero sí de un tipo de cine sugerente y muy entretenido, ideal para descongestionar empachos filosóficos y existencialistas y pasar con él un buen rato.

Vicente Muñoz Álvarez

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