Hace tiempo aludía a la malamaña de los escritores de no leerse (aquí) y lo perjudicial que es para la buena salud de la literatura nacional. Un buen amigo me decía los otros días que, la gran diferencia entre esta generación y la anterior, es la falta de unidad. Y quizás no le falte razón, pero lo cierto es que a esta lo que le sigue faltando es leer, leer en general.
Muchos escritores solo se fían de la esférica mirada conocida de su ombligo, en el cual encuentran todas las referencias que necesitan para seguir siendo anodinamente ellos mismos. Los talleres literarios siguen sin enseñar a leer, a meditar desde el oficio sobre lo leído, a desmenuzar el arte para beneficio propio. Y digo esto con conocimiento de causa: se espera que el aspirante a escritor venga leído pero, si no, habrá que mandarlo a leer, no hay nada más importante. Seguir leyendo aquí.
Artículo publicado en el diario La Prensa, lunes 17 de octubre de 2022.