Qué impasse más revitalizante en la ruta, el de esta semana de permiso en mi guerra, jartito ya de zapatos y zapatillas, carreteras asfaltadas en dos direcciones y clientes y tiendas, estos melancólicos días que, como una bendición en la ruta, he podido gozar... Y de nuevo de cabeza, nada más desconectar de Babilonia, a las sinestesias y la ensoñación: las hojas caídas de los chopos que huelen a sol, Ramos Sucre que me sabe a membrillo, Cansinos Asséns de color amarillo, y estos lánguidos atardeceres de lectura y convalecencia en la terraza de mi hogar, rodeado de guindillas y chiles rojos como la sangre, abrasándome por adelantado el paladar y trasladándome a la Pousada de Sao Bartolomeu, en Bragança, donde nada más licenciarme, como cada noviembre al terminar la ruta, junto a la chimenea de su salón brindaré... Qué desorden de los sentidos más placentero, me digo sonriendo y saboreando el momento, intentando no pensar en el calzado y las tiendas, y qué gozosa la vida a veces, dejándose simplemente llevar, paseando sin prisa por el bosque, leyendo a los maestros antiguos y sintiendo el otoño, como un sortilegio, pasar... Pero sobre todo, y tocante a analogías y correspondencias, las primeras perlas del bosque esta mañana junto al río, mis queridas setas de chopo: sin haber llovido aún, como perlas brillando en la tierra, fragantes y hermosas, puro milagro dentro de mí... Ahí, como una ofrenda, os las dejo...
Vicente Muñoz Álvarez