Wonder Woman Historia es uno de esos cómics de superhéroes que cargan de razones a los fanáticos del género que fustigan a los Porcellino, Jeffrey Brown y demás minimalistas del garabato por su alergia al virtuosismo gráfico. El trabajo de Phil Jimenez, con una paleta digital que persigue el acabado pictórico con la obsesión de un miniaturista, es apabullante en su preciosismo barroco (casi rococó).
La guionista Sue DeConnick construye un relato a la orden de ese empoderamiento feminista que ha colonizado y renovado el espacio mediático contemporáneo. En su acercamiento al panteón superheroico, el texto de DeConnick bebe directamente de la mitología clásica para revisar con cierta ortodoxia el mito de las amazonas dentro de su teogonía fundacional. Tanto en este punto como en su apartado gráfico es inevitable la referencia al Promethea de Alan Moore y J. H. Williams III. En este sentido, al lector habitual de marvel y DC no le resultarán ajenos ni los listados descriptivos de dioses ni su recuento de heroínas amazónicas primigenias; la enumeración apologística como fórmula de presentación es ya un recurso habitual dentro del género de superhéroes. DeConnick lo sabe y alimenta el suspense de la acción por venir (la serie constará de tres álbumes) con este recurso introductorio de genealogías divinas y habilidades sobrenaturales.
Pero no cabe duda de que la carta ganadora de Wonder Woman Historia es, como se ha anticipado, el dibujo apabullante de Phil Jimenez.
El estadounidense factura una recreación simbólica y estilizada de la mitología griega, que encuentra ecos iconográficos en los motivos decorativos parnasianos, en la mirada idealizada al pasado de los prerrafaelitas ingleses y en la belleza lánguida y sobrecogida de sus mujeres; todo ello bajo el paraguas de aquel simbolismo decadentista y finisecular que miraba al mundo (también al de las ideas, la fe y los cultos paganos) desde el pensamiento mágico y la sublimación de lo esotérico. Las composiciones de página remiten a los frisos de la antiguedad clásica y a los motivos decorativos de jarrones y mosaicos, pero también a esa macroestructura de páginas-marco y dobles páginas que, tal y como hemos apuntado unas líneas más arriba, hizo del Promethea de Moore y Williams un cómic de cómics, un trabajo de referencia para futuras inmersiones en las derivaciones del género superheroico hacia el universo de la magia y la mitología.
Por su exhibición técnica y por el impacto visual de su propuesta, Wonder Woman Historia es uno de esos cómics que desbordan su adscripción genérica y, de rebote, los prejuicios que cualquier lector pudiera tener al respecto. Un deleite para los ojos.