UNA película española sobre asesinos en serie en pleno régimen franquista, polémica y transgresora, con aire de nouvelle vague, diálogos existencialistas y una innovadora puesta en escena, no es desde luego algo habitual en la filmografía de aquel tiempo. Y es justamente eso lo que Francisco Regueiro nos ofrece en Amador, otra rareza que merece la pena desempolvar.
Inusual por el tema que aborda, desde luego, pero especialmente por la forma que tiene de contarlo, cómo nos introduce en la mente del protagonista mediante largos monólogos interiores y la objetividad con que se van narrando los hechos, casi a modo de crónica o documental, atendiendo más al aspecto psicológico del asesino que a lo truculento de sus crímenes.
Una y otra vez me venía a la cabeza al verla (e imagino que haya sido una influencia del director), El extranjero, de Albert Camus: lo absurdo, determinista y fatídico del destino que rige sus actos, y la pasividad y escepticismo con que los va encajando, como si fuera más bien un espectador de los mismos.
Magníficas interpretaciones, en especial las de Maurice Ronet y María Luisa Ponte, sorprendente guion del propio Regueiro (que volvió a abordar el tema, desde otro punto de vista, en Carta de amor de un asesino), y lo mejor de todo, una forma de rodar y contar totalmente atípica en la España de aquel tiempo.
Vicente Muñoz Álvarez,
de Películas que erizan la piel
(Canalla Ediciones, 2019)