La mejor escuela del artista es, sin duda alguna, su experiencia. Concebidos por ladrones, por tenderos o arquitectos, en países pobres o ricos, bajo estrellas de fortuna o turbulencia, nuestra vida se perfila según las circunstancias, correlativamente a nuestro entorno. Igual que la génesis del arte: siempre teñida por algún reflejo.
Hablar de Malcolm Lowry exige reseñar por ello sus dos grandes pasiones, el obsesivo marcapasos de su vida y su literatura: su afición viajera y su alcoholismo.
La primera le llevó de Inglaterra a México, pasando por París, Extremo Oriente, España, Estados Unidos y Canadá.
La segunda le condujo prematuramente hacia su muerte.
Vicente Muñoz Álvarez,
de El tiempo de los asesinos.
Semblanzas de algunos escritores malditos.
(LcLibros, 2019)
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