A Bette Davis, menuda como era, nadie la vio llegar. Debutó en Hollywood en 1931 y sabiendo que su belleza no podría competir con la de actrices más exuberantes, no dudó en aceptar un tipo de papeles más complejo, incluyendo el de “mala”.
LOS OJOS DE BETTE DAVIS
Muy pronto aquel rostro, que era todo “ojos”, se metió al público en el bolsillo. Su trabajo en Cautivo del deseo, 1934 llamó la atención de la crítica y gracias a la inercia de ese éxito al año siguiente consiguió su primer Óscar por Peligrosa. A partir de ahí no haría más que sumar nominaciones (11 en total).
Antes de que la Warner Bros se convirtiera en su “hogar” Davis se atrevió a demandarles alegando que no le daban papeles de calidad. El enfado acabó en tablas, Bette Davis perdió en los tribunales, pero volvió a casa para convertirse en la estrella más exitosa del estudio con roles a su medida: Jezabel (1938), La carta (1940) y La loba (1941), componen el trío de títulos en los que la dirigió William Wyler, con quien tuvo una relación sentimental y al que consideró gran artífice de su carrera.
Cuando en 1949 rompió definitivamente con la Warner y todos la daban por acabada, nos regaló su mejor actuación, la de Margo Channing en una de mis películas favoritas: Eva al desnudo (1950).
ENEMIGA DE ARMAS TOMAR
La Davis era de armas tomar y no era ningún secreto su odio por algunas compañeras de profesión como Miriam Hopkins, también fue legendario su enfrentamiento con Joan Crawford. Aunque eso no impidió que trabajasen juntas en otro éxito de taquilla que tampoco se esperaba nadie, ¿Qué fue de Baby Jane? , 1962.
La diva se despidió del mundo a lo grande, recibiendo el premio Donostia durante la edición del Festival de cine de San Sebastián de 1989, donde fue la reina absoluta. Genio y figura para esta estrella del firmamento Hollywood a la que, menuda como era, nadie había visto llegar, pero a la que todo el mundo rindió honores al marcharse.
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