Las doce menos veinte y no llega el cartero... Sentado en mi escritorio, junto a la ventana, espero ansiosamente verle doblar la esquina, acercarse a mi puerta y depositar en el buzón el correo, pero su coche no acaba de aparecer, se retrasa más de la cuenta y la espera me destroza los nervios... Por absurdo que pueda parecer, esta espera destroza mis nervios... ¿Qué es lo que espero, entonces, qué estoy realmente esperando, aparte de facturas, recibos, publicidad o la carta de algún amigo olvidado, para que la llegada del cartero me cause tanta ansiedad? Traiga lo que traiga (si es que trae algo), no tienen sentido estos nervios ni el malestar que me provoca el buzón vacío, cuando el cartero simplemente pasa de largo sin detenerse en mi puerta. Me siento, entonces, frustrado y por completo abatido, y eso, creo, comienza a no ser normal: sentirme así porque pase de largo el cartero... Me lo digo una y otra vez, no tiene sentido, pero un día tras otro la espera se me hace insufrible. Traiga lo que traiga (si es que trae algo), no tiene sentido esta angustia, me digo, así que no seas absurdo y olvídate del cartero...
Vicente Muñoz Álvarez,
de El merodeador
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