Fue Irina Ardila, una de las más importantes intelectuales de nuestro país, la que en su generosidad de siempre, me presentó a Ernesto Endara (todavía no era Neco, esas confianzas son para amigos, como llamar Gabo a García Márquez sin haberlo conocido), que me contestó con cariño cuando le escribí. Me animó a seguir trabajando, y nos conocimos por fin en diciembre de aquel 2014 del Festival Eñe en Panamá.
Ya son noventa los de Neco, el que más Miró se ha ganado, cuentan algunos, pero yo estoy convencido, al leerlo, que esa vaina de los premios, que están buenos cuando te llegan, no son lo importante: es el vicio lector, es el apremio de las letras, es la búsqueda, la curiosidad, la alegría trabajosa y festiva de escribir y leer y leer y escribir. El premio más grande de Neco (ahora sí), es que lo lean, que lo leamos y lo celebremos.
Erudición lectora, humor panameño irreverente, enamorado de la ciudad de Panamá, amigo de la nostalgia sin que sea paralizante y dueño de una extraordinaria memoria, Neco Endara es quizás uno de los escritores panameños que mejor ha sabido retratar nuestra manera de ser, quien mejor ha puesto en orden nuestro mundo de ayer. Abro Panamá split, y me pierdo por el Salsipuedes de su literatura, abro Tic...Tac… (que cumple treinta años) y la “dicharachera” ciudad de Panamá se hace protagonista, y abro libro tras libro suyo, y leer es, otra vez, una fiesta.
Feliz cumpleaños, maestro, que las letras te sigan siendo propicias… y que yo las lea.
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Artículo publicado en el diario La Prensa, martes 31 de mayo de 2022.