Meses atrás leíamos con placer la primera entrega de su trilogía de novela criminal, titulada Los cerros de la muerte, y siempre leemos con gusto y provecho todo cuanto escriba Chris Offutt. Ahora el mismo equipo regresa con la segunda parte, Los hijos de Shifty: Sajalín en la edición, Javier Lucini como traductor y, por supuesto, Offutt enganchándonos ya desde las primeras líneas. Con estos créditos no se puede fallar.
Entre el primer libro y el segundo el protagonista (Mick Hardin) ha pasado un tiempo en zona bélica. Vuelve unos días a su tierra, con una herida en la pierna y ese empeño tan personal en ayudar a los demás aunque a cambio sólo reciba puñetazos y desprecios y riesgo para su pellejo. Esta vez no sólo echa un cable a su hermana, Linda, la sheriff del condado: también le preocupan los demás, las promesas que hizo, la estabilidad de una madre que va viendo cómo mueren sus hijos. Esa madre es Shifty Kissick, a uno de cuyos muchachos asesinan al principio de la novela. La mujer le pide que encuentre a los culpables, que averigüe quién está detrás del asesinato. En este tiempo Mick se ha separado de su mujer, pero aún no ha firmado los papeles del divorcio. Es como si también volviera para cerrar la herida sentimental, además de la herida física.
Chris Offutt nos mantiene pegados a la página y no sólo por la intriga criminal en torno a estos personajes de la clase trabajadora, sino por los matices de los personajes, los diálogos y la manera de hablar de una gente sometida a una tierra dura. En concreto a mí me gustan mucho las pinceladas que va dando en torno al protagonista, este militar cabezota de quien vamos conociendo nuevos aspectos (Mick asintió. Tendía a ignorar sus emociones, un hábito que lo había mantenido con vida en zonas de guerra. Afrontar lo que sentía le volvía vulnerable, otra emoción que prefería evitar).
Hardin trata de mantener una coraza en torno a sus emociones y no siempre es fácil. El regreso a su tierra suele embargarle de pasajes de una vida que tal vez fuera mejor antaño, cuando contaba con una esposa y no se le había muerto tanta gente (Tenía tendencia a recordar las cosas que le entristecían: las pérdidas y el dolor, los errores y los pasos en falso. Se preguntó si sería por carecer de buenos recuerdos o por ser incapaz de rememorarlos). Ahora a menudo sólo ve ruinas, fantasmas, ecos del pasado. Los regresos parecen cada vez más difíciles. Y siempre queda el arraigo, el vínculo con las raíces: Por mucho que intentara huir, seguía atado a las montañas.
Este mes Chris Offutt está en las librerías por partida doble: en Malas Tierras acaban de publicar sus memorias Dos veces en el mismo río, con traducción de Ce Santiago. Para mí es un autor que, en tiempos de tanto bluff, de tanto coñazo auspiciado sólo por tendencias y de tanta “obra maestra” que al final sólo es una engañifa publicitaria, me reconcilia con esa sencillez para contar una historia y contarla bien y engancharnos en cuanto abrimos el libro.
[Sajalín Editores. Traducción de Javier Lucini]