Puso la caja a un lado y se centró en los cuadernos. Hacía muchos años que no los veía. Se trataba de unos enormes y viejos cuadernos de estudiante, sin nada especial salvo que las tapas eran completamente negras, forradas con cinta aislante. Había tres cuadernos en total. Alex no pudo reprimir su emoción y el mero hecho de tenerlos delante le provocó un nudo en la garganta. Durante un par de años, en su época de adolescente, había usado esos cuadernos para apuntar ideas que se le ocurrían con la guitarra, tratando de atesorar momentos de inspiración que no quería perder. Aparte de partituras los cuadernos también contenían algunos dibujos, poemas y pensamientos varios. En esos cuadernos estaba plasmado su primer intento de expresarse artísticamente, su primer impulso por sacar a flote todas las angustias interiores que le oprimían, de plasmarlas en algo ajeno para liberarse, como una forma de exorcismo. De eso trataba el arte, el verdadero impulso creativo: arrancar un trozo oscuro de uno mismo y utilizarlo como arcilla para dar forma a algo nuevo, a algo mejor.
Tuvo que liarse un cigarro para afrontar la emoción de abrir sus viejos cuadernos negros, el golpe anímico se avecinaba intenso. Dio un par de caladas, apoyó el cigarro en el cenicero y abrió uno de los cuadernos por la mitad. Lo primero que observó fue una frase garabateada a bolígrafo cuya contundencia lo abrumó:
En un mundo diseñado para el sufrimiento el mayor acto de rebeldía es amar.
Carlos Salcedo Odklas,
de Los Cuadernos Negros
(Metaphor Records, 2021)