Parece ser que en España hay coleccionistas de originales que tienen en su poder planchas y planchas de Harold Foster e incluso de Winsor McCay. Llevamos ya muchos años en esto del coleccionismo de cómics originales y, por eso, somos bien conscientes de nuestras limitaciones. Para el pequeño coleccionista, aquel sin muchos posibles ni un patrimonio familiar del que rascar, hay muchos autores y piezas aparentemente inaccesibles, y no nos referimos ya a los llamados "griales" (planchas únicas de referencia o con cierta trascendencia histórica), sino a originales de dibujantes específicos cuyas obras cotizan a muchos miles de euros. Nos gustaría hacernos con un Ware o un Clowes, claro, y aún más con un McCay, un Foster o Raymond, pero, a riesgo de hipotecar una pecunia de la que carecemos, los coleccionistas de pequeña monta tenemos que conformarnos con gastar muy ocasionalmente algunos cientos de euros aquí y allá, a la espera de un golpe afortunado, una "oportunidad de mercado" o alguna cacería de "piezas menores", movidos por el afecto, la admiración lectora o la idolatría personal.
Hay dibujantes a quienes ni el pequeño ni el gran coleccionista tienen acceso, bien porque sus dibujos raramente se ponen a la venta o porque pertenecen a mercados cuyas barreras idiomáticas o mercantiles dificultan transacciones fluidas. Algo de ello pasa, por ejemplo, con los nombres míticos del manga. No se trata ya de que nosotros no tengamos acceso a originales de Tezuka, Tsuge o Mizuki, sino de la circunstancia de que nunca hemos visto sus obras en el mercado, ni en webs ni en casas de subastas. Por eso, nos sorprendió mucho descubrir hace unos días a un usuario de Ebay (un tal sahkha) que había puesto a la venta varias decenas de páginas originales de uno de esos maestros del manga de los que venimos hablando: el gran Yoshihiro Tatsumi.
Tatsumi pasa por ser el padre del manga gekiga (cómic japonés para adultos caracterizado por su contenido dramático y, en algunos casos, autobiográfico). Él mismo se encargó de contarnos su historia y la del gekiga en ese cómic monumental que es Una vida errante (publicado por Astiberri en nuestro país en dos volúmenes). A autores pioneros como Tatsumi está dedicado también Los locos del gekiga, el cómic de Masahiko Matsumoto que recientemente ha publicado Satori Ediciones.
Los originales de Tatsumi disponibles (nos parece que aún queda alguna de las páginas inicialmente en venta) no eran grandes piezas. Se trataba de obras de juventud, cómics en los que se podía adivinar la bisoñez de un autor llamado a grandes cosas, pero todavía en busca de un estilo y con un trazo inmaduro. Su valor principal reside en que estas páginas de Tatsumi son el testimonio palpable de un avance histórico dentro del cómic japonés, el nacimiento de un género. Nos parece interesante reproducir aquí la descripción que hace el tal sahkha de sus páginas en venta:
This one of a kind piece was originally published in 1962 from Tokyo Top Sha.The Title of this story is オリにかえれ (Go Back to the Cage), written in May, 1962, then had been published as a newly drawn story collection for book-lending shops which was popular in Japan from the late 1950s to early 1960s. At that time, these original drawings were outright purchase by the publisher. Many of the originals were cut and sent to the readers as a direct sales service. I purchased these pages about 30 years ago from the collector who had directly purchased them from the publisher. This is one page of the total 138 pages story. Not a complete set, so I decided to sell them individually.
De entre los muchos originales disponibles, nos decidimos por el que les mostramos aquí abajo. Es una página de situación en la que no aparecen personajes principales ni se muestra al protagonista de la historia. ¿Cómo explicamos esta elección aparentemente "descolorida"? En primer lugar, debido a la bisoñez del joven Tatsumi en el diseño de personajes, nos interesaba poco la presencia de personajes. Tampoco creemos que ese sea el punto fuerte del Tatsumi adulto. Lo que más nos gusta de este maestro del manga es su capacidad para mostrar gráficamente la desolación del ser humano y su bajada a los infiernos, su alienación y su incapacidad para enfrentarse a los nuevos tiempos. Por eso nos inclinamos por esta escena de multitudes en una estación de metro, una localización en la que la individualidad humana parece reducirse a la insignificancia entre la multitud. Un motivo muy tatsumiano, si se nos permite la expresión.