Sueño la guerra y el vértigo del corazón en imágenes que pierden nitidez nada más ser proyectadas en mi letargo.
[Todo parece programado, medido como en una antigua emisión televisiva].
Sueño borroso, posiblemente sea fatiga visual de mi instinto en el sueño, y trato de enfocar el proyector de mi mente, que busca esquivar de nuevo la imagen.
Sueño difuso en el que vuelvo a Hiroshima tras Little boy, a arañar la tierra quemada con mis cinco sentidos unos instantes después de la detonación.
[La bomba es una seta de polvo y fuego en blanco y negro]
[La bomba es una cabeza de ajo amarrada a la tierra por un tallo de humo negro].
Sé que de alguna manera estuve allí: siento la piel de gallina al recordar el olor, vuelvo a sentir la náusea de la niebla de humo y de sangre, las columnas rojas elevándose al cielo en espiral, como en un sacrificio antiguo.
[Lo sueño en blanco y negro buscando una salida al despertar].
[No hay música alguna en este sueño. Sólo el monótono caer de partículas de material vitrioso en forma de lluvia].
Vuelvo a Hiroshima tras Little boy cientos de veces, lejos de allí, siempre regreso al mismo punto cero donde cayó la bomba, retorno en cada bombardeo, en cada ataque terrorista, en cada crisis humanitaria, en cada asesinato, en cada instante en que la maldad da la cara, yo regreso al estruendo de Little boy, al trazado del vuelo del Enola Gay el 6 de agosto de 1945, a la trayectoria del bombardero, a la siniestra seta de humo sobre el mapa, al hongo nuclear maldito que en mi cabeza solo existe en blanco y negro a pesar de ser rojo del fuego y de la sangre, de la cólera y de la indignación, al negro de la lluvia y la tiniebla, al negro envenenamiento por la radiación, señales de humo …
En la tablilla del vuelo sólo una breve observación: Buen tiempo.
José G. Cordonié,
de 78 rpm (Fake)
(Versátiles Editorial, 2021)