MUERTE A CRÉDITO (Merci, Louis Ferdinand) por RAFAEL LÓPEZ VILAS



La primera lección
que me dio a entender la vida
fue aprender a fintar los mamporros
que Sugar Ray y Jake LaMotta
se repartían cada día
Lo soporté
aprendiendo a perderme entre renglones
y soñando
con ponerme en la gabardina
de Humphery Bogart
algún día
Estudiando la ecuación del aburrimiento
y bebiendo cerveza
Amando
y sufriendo
por haber amado
Entretanto
seguí leyendo
Bebiendo y leyendo
Amando y vomitando
para volver a vomitar
y a empezar
a follar
A follar
y follar
Follar y beber
Follar, beber y reír
A pintar
y empalmarme
pintando
A ponerme duro
al pintar la miseria
tatuada a fuego
en el rostro de cualquiera
Al pintar el cielo y el SMOG
y las rodillas en celo
de una camarera
Luego
el almacén
El almacén y las cajas
El almacén, las cajas y también
la noche
La noche y luego el día
con las cajas y los tipos chungos
que movían cajas
y los que te pagaban
una limosna
por mover las cajas
Cajas y más cajas
Cajas a las doce y media
Cajas a las quince cuarenta
Cajas
a las cinco menos cuarto
Todo cajas
Todo cajas y ruido y ruido
De día y de noche
Ruido en mi cabeza
Cuadrigas de ruido compitiendo
en el circo de mis venas
En las hendiduras renegridas
de mis uñas
y en el secano baldío
que vació mis pinceles
de sonrisas
Ruido y poemas
Poemas y tranquilizantes y vértigo y horror
Papel higiénico y noches
de sufrimiento interminable
arañando las paredes
De suelos y camas vacías
De ojos fríos
y cervezas calientes
De rimas encendidas
ardiendo en estampida
y de dolor
Joder, cuánto dolor
Dolor
hasta que me topé contigo
y sentí
ganas de abrazarme a la sonrisa
que afilas en tu guadaña
y de meter mi lengua
en tu garganta
Tan débil
y desnudo
Deambulando entre los escombros de mis ruinas
Y cuando me miraste
y me dijiste
susto
o muerte, baby
yo te miré y sonreí
como sólo se sonríe
cuando el croupier
te regala esa carta
que esperas
cuando el agua ahoga tu pescuezo
o cuando encuentras
algunas monedas
en el crudo infierno
de tus bolsillos
y sabes
que la desesperación
es un borrón en un cuaderno mojado
donde se hundieron tus recuerdos
y que todavía te queda
algo de calderilla
para seguir jugando
el resto
de tu partida

Rafael López Vilas


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