No me parece ni bien ni mal
Yo creo que a veces nos contemplan
por delante por detrás por los costados
unos ojos rencorosos de gallina
más temibles que el agua podrida de las grutas
incestuosos como los ojos de la madre
que murió en el patíbulo
pegajosos como un coito
como la gelatina que tragan los buitres
Yo creo que he de morir
con las manos hundidas en el lodo de los caminos
Yo creo que si me naciese un hijo
se quedaría mirando eternamente
las bestias que copulan en los atardeceres
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Un film se compone de segmentos, de residuos de actitudes que, tomadas separada y arbitrariamente, son archibanales y desprovistas de significación lógica, de psicología, de trascendencia literaria. En literatura, un león o un águila pueden representar mil cosas, pero, en la pantalla serán siempre dos animales, y solo eso, aunque el señor Gance desee que representen el valor y el imperialismo.
De ahí el error de algunos intelectuales, de tanto penoso gourmet de arte al clamar contra la superficialidad de los films americanos, sin darse cuenta de que el cine americano fue el primero en percatarse de que las realidades cinegráficas no tienen nada en común con las de la literatura o del teatro. ¿Por qué se obstinan en pedir metafísica al cinema en lugar de reconocer que en un film bien realizado, el solo hecho de abrir una puerta, de ver una mano –gran monstruo– coger un objeto puede contener una auténtica e inédita belleza? El scénario, siempre el mismo, que nos dan los americanos, nos parece más milagroso que la multiplicación bíblica de los panes o los peces. Todo su valor fotogénico reside únicamente en los procedimientos, en la forma, y esto puede quedar como una verdad fundamental del cinema.
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Un adjetivo vulgar puede romper la emoción de un verso: así, dos metros de más pueden destruir la emoción de una imagen.
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El arquitecto substituirá ya, para siempre, al decorador. El cine será el fiel intérprete para los más atrevidos sueños de la Arquitectura.
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Se ha censurado mucho la trivialidad de los films americanos en general. Pero cualquiera de ellos, incluso el más modesto, contiene siempre una ingenuidad primitiva, un encanto fotogénico integral, un ritmo absolutamente cinematográfico.
Los americanos nos hacen ver la esencia del drama –este es solo secundario– y cuando descubren algo nuevo, no abusan jamás, no lo enseñan demasiado, pues su manera de ser los conduce siempre más lejos.
Es incontestable que poseen el sentido del cine en grado mucho más elevado que nosotros.
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La técnica es una cualidad necesaria para un film, como para toda obra de arte, incluso para un producto industrial. Pero no hay que creer, sin embargo, que esta cualidad determina la excelencia del film. Hay cualidades en un film que pueden interesar más que la técnica. Hay que darse cuenta de que el espectador no pierde nunca el tiempo analizando los medios técnicos de un film; casi siempre solo pide a la película que le proporcione emociones. Pero no debería confundirse la emoción con la sensiblería.
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El cine es un arma maravillosa y peligrosa si la maneja un espíritu libre. Es el mejor instrumento para expresar el mundo de los sueños, de las emociones, del instinto. El mecanismo productor de imágenes cinematográficas, por su manera de funcionar, es, entre todos los medios de expresión humana, el que más se parece al de la mente del hombre, o mejor aún, el que mejor imita el funcionamiento de la mente en estado de sueño. El film es como una simulación involuntaria del sueño.
[Cátedra Ediciones]