Al monstruo es imposible no verlo. Se presenta ante
nosotros tal y como es en toda su crudeza, en cada una
de las rugosidades que le definen como esencialmente diferente
(recordemos que monstruoso únicamente significa:
aquello que no está en su propia naturaleza). De
otro modo, un monstruo apela al significado profundo
de la propia mirada. Hasta su más absoluta y brutal desnudez.
Si cada época tiene su monstruo, la nuestra, con
sus evidentes incertidumbres y sus melodías apocalípticas,
los posee a todos ellos. Los monstruos funcionamos
a la vez como metáfora y como hipérbole. La exageración
sirve para desnudar los gestos más escondidos y
diminutos de la infancia. Lo que importa no es tanto la
turbia y repelente superficie del engendro sino su interior.
Lo relevante no es tanto la brutal naturaleza de lo
extraño como la sucia certeza de lo propio. El monstruo
eres tú. Lo monstruoso está en tu yo.
nosotros tal y como es en toda su crudeza, en cada una
de las rugosidades que le definen como esencialmente diferente
(recordemos que monstruoso únicamente significa:
aquello que no está en su propia naturaleza). De
otro modo, un monstruo apela al significado profundo
de la propia mirada. Hasta su más absoluta y brutal desnudez.
Si cada época tiene su monstruo, la nuestra, con
sus evidentes incertidumbres y sus melodías apocalípticas,
los posee a todos ellos. Los monstruos funcionamos
a la vez como metáfora y como hipérbole. La exageración
sirve para desnudar los gestos más escondidos y
diminutos de la infancia. Lo que importa no es tanto la
turbia y repelente superficie del engendro sino su interior.
Lo relevante no es tanto la brutal naturaleza de lo
extraño como la sucia certeza de lo propio. El monstruo
eres tú. Lo monstruoso está en tu yo.
David Benedicte, de Espanis Sico (Matraca Ediciones, 2021)