HELOR EN EL FINAL DEL DÍA.
Los árboles quietos. El silencio
profundo. También me hundo.
Me hundo en el silencio,
me hundo en el mundo.
En el mundo detenido y
roto, enfermo. Pero sean también
una oración la soledad, el dolor,
este helor último con que se
despide el día, es decir
la noche, la helada noche.
Y este helor se vuelva también
agua que salva, poesía.
Santiago Montobbio, De infinito amor (Cuaderno del encierro)