ALQUIMIA por JULIA ROIG



Salmos 42:7-9

Un abismo llama a otro abismo
en el rugir de tus cascadas;
todas tus ondas y tus olas
se han precipitado sobre mí.

Déjame desvalijarte con calma el vientre y el pecho y hojear tus mechones al azar, en este séptimo cielo, como si fueran un libro que se reescribe constantemente.

Ameriza en mí, en este incendio, con el corazón en llamas mientras las estrellas en el suelo del balcón y sus espumas te hablan de la taquicardia del lenguaje que no existe, que este es tu reino y quema. Que alguien grita que hoy es solo un día más, pero no, no es cierto.

Animales exóticos fabricando poesía tinta/barbitúrico que viene a ser hogar y mordedura, verdadera, cruda. Ven, verdadera y cruda, a sacrificar la calma, a llenar mi copa, a llenar mis copas. A drogarme con tus ojos. Arraiga, bendita explosión roja en las bocas que retuerce sinos y oleajes. Te he dicho que las herraduras reducen la capacidad para sentir? llenemos el salón de caballos locos y divanes.

Cuando rota la geometría de todas las sales, propias o ajenas, mastiquemos nuestros pliegues y hagamos de nuestra miel esa luz todo horizonte que atraviese con nuestra proa incandescente cada noche oscura, quién borrará el rastro estremecido, el souvenir que te marqué en la piel con mis colmillos, medallón de rabia y vicio.

Invoco humedades que devengan incendios mientras proclamo nuestro derecho a la fiebre, a alcanzar la iluminación, a ser proeza y atlas de nuestras pieles. Y mis ojos, espadas verdes dentro de tu carne, dispuestos a errar la hondura y seguir cayendo, a lo hondo mientras se nos desmaya el tiempo entre los brazos y no hacemos nada para reincorporarlo.

La habitación es un maremoto cincelado de pánicos y temblores, donde los instintos se embriagan, enloquecen, mandan, dictan, atrapan y se hacen rito y caen las prendas y los miedos. Y tu mirada, cénit, en el momento del anclaje y dímelo sin decirlo.

Justo aquí, en el estribillo de mi carne que ansías aprender, nace un ritmo profecía, tritono maldito que pretende desquiciar/conquistar tus esquinas, trémula y feroz y regresar juntos al delirio para seguir profanando el cuerpo en duelo eterno de miradas. Flâneur de mi piel constelada, tu alma en bruto, cabaré de suburbio del que no pretendo salir. Yuxtaposición de nuestras sangres y savias, sea.

Que reconozco que traigo el corazón entreabierto bajo la ropa, dispuesto a ser devorado y el devorador. Que si longitudinal me abarcas en abrazos arborescentes y gemidos que hierven, mientras me vislumbras tan mansa y derrotada y no huyo, y sube el café y naufragas en la luz desmedida de estas pupilas -te imploro- fracasa, que aquí se fragua otra batalla, en los arrabales de mi cabello, en los trópicos de este cuerpo, en el tajo de mis aristas, en la vertiente de mi carne.

Adelante!

Julia Roig, del blog Miss Desastres Naturales.


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