NO INTENTEN HACER ESTO EN SUS CASAS
Vamos a imaginar una barra de bar en una especie de limbo y una improbable conversación etílica entre Jardiel Poncela y Bukowski. Vamos a imaginar a una suerte de duendes malignas, una tomando notas, la otra dibujando bocetos. ¿Lo tienen? Bien, pues ahora borren esa imagen de su cabeza. Porque esta podría haber sido la alucinada génesis de Hedor como lo podría haber sido cualquier otra. Porque si están leyendo este prólogo con la finalidad de hacerse alguna idea sobre de qué va este libro que tienen en sus manos, lamento advertirles desde ya que han venido al sitio equivocado.
Verán, seré sincero, cuando me pidieron escribir el prólogo de Hedor me sentí tan honrado como aterrado tras leer la novela. Aterrado por no tener idea de qué demonios decir, por no estar a la altura y, sobre todo, por la responsabilidad de no desvelar ni un atisbo del goce culpable y maravilloso de tirarse de cabeza a estas páginas. Mi primer impulso fue el de escribir dos frases felicitando a quienes adquieran este libro y aplaudiendo a Gabriela Pavinski y Libertad Ballester. Después tirar una bomba de humo y desaparecer. Pero no, como buen funambulista acepto el reto y me pongo manos a la obra. Eso sí, no intenten hacer esto en sus casas.
Habrán leído mil veces cosas como “no les dejará indiferente” o “estilo único”, conceptos trillados que en el caso de Hedor adquieren otra dimensión. Si miento, si tras su lectura no tienen la sensación de que por fin son ciertas tales afirmaciones, me comprometo a dejar que me partan las piernas. Palabra de poeta. “Hedor” es un hilarante y brillante ejercicio en el alambre entre lo sublime y lo ridículo, entre lo naif y lo profundo. Folletín manchado hasta los huesos de realismo sucio, telenovela pulp gore y poética…este libro es una cosa y otra a la vez y cuando ya crees saber qué es lo que estás leyendo, de pronto otra excelente pirueta narrativa te descoloca deliciosamente. Con todo, lo más importante es que su autora aterriza con sobrecogedora elegancia, con delicadeza de pájaro que acaba de sobrevolar el infierno y sonríe, tan campante.
Gabriela Pavinski da rienda suelta a todo su universo (ya familiar para fans como yo de su poesía) e incluso lo expande. Maneja a la perfección el arquetipo para luego matizar con riqueza a sus personajes a los que trata con crueldad y ternura, con astucia de narradora magistral. Partiendo de un protagonista, Salicio, émulo de Bukowski, la autora tiende una trama vertiginosa de historias dentro de historias, de erotismo, humor, tristeza y cotidianeidad emocionantes y repletas de belleza, tal vez insertada entre la mugre y la sangre, pero belleza al fin y al cabo. Mención aparte merecen los pasajes epistolares inundados de esa poesía de terciopelo y cuchillo tan propios de Gabriela.
Libertad Ballester no anda a la zaga dando la réplica con unas ilustraciones sublimes. Situada en el mismo campo que la narradora, dichas ilustraciones sorprenden por el trazo duro (que no grueso) con que asaltan la pupila para luego revelar una abrumadora y hermosa ternura. Libertad consigue dar imagen no solo a las palabras de Gabriela, también a todo lo que esta ha querido insinuar y sentir. Todo desde una asombrosa identidad como artista individual. Si alguien, en su estrechez de miras, quiere denominar lo que hace como pornografía, adelante, yo añadiré que se trata de una pornografía emocional, lírica y excelsa.
De este modo, ambas, Gabriela y Libertad forman un tándem perfecto y único para dar vida a algo tan original y divertido y magnífico como es Hedor. Pero también, no lo olviden, con una carga de denuncia social y compromiso tan necesario como impolutamente tratado. Sí, no se asusten, hay mucho humor en este libro, algo que parece generar rechazo al tratarse de literatura por, seguramente, la misma estrechez de la que hablaba antes. Como si no existieran los Azcona, Berlanga, Cortázar, o el propio Jardiel Poncela para demostrar que toda literatura, todo arte, es juego, broma. Que desde esa chanza y esa risa se debe afrontar lo más serio de esta vida, o estaremos real e inevitablemente muertos.
Por último quiero destacar que Hedor pervierte los estereotipos machistas de género literario (artístico). Mujeres haciendo pulp o realismo sucio desde una perspectiva necesaria y eminentemente feminista, dando la vuelta a los lugares comunes poblados atávicamente por hombres, ya sea como protagonistas o autores. Afortunadamente Gabriela Pavinski y Libertad Ballester forman parte de un nutrido grupo de autoras que se están haciendo oír, leer, ver, a fuerza de gloriosos golpes en la mesa como este Hedor.
Para ser capaz de llevar a cabo y de manera tan excelente todo lo anteriormente comentado, para saltar por los aires la tapa de los sesos de la cultura oficial y hacerlo con un humor y estilo tan prodigiosos, hace falta saber mucho, haber leído y escrito mucho y bien. De modo que no intenten hacer algo como Hedor en sus casas, al menos no sin la ayuda de una profesional. Quedan advertidos.
Javier Vayá Albert,
prólogo a Hedor, de Gabriela Pavinski
(Aloha Editorial, 2019)