De cuando en cuando
surge, ansiosa, la palabra.
Brota entre la piel y el hueso
hasta ser voz o tal vez tinta.
Quizás pretenda a otra existencia
que igualmente ansiosa espera
ser de nuevo nombre propio
en otro nombre propio, ajeno.
Quizás se crea creadora.
Quizás descreadora de ser creída.
O puede que suceda
-y lo sé porque me ha ocurrido-
que a veces esta surge vencida,
tristemente desleída,
para despreñarse de sí misma,
roto su eco umbilical,
rendida a ese silencio último
que precede a la desmemoria.
Alfredo P. Pérez