En Covelo, Galicia, hay un paraje que me recuerda al arranque de “Cien años de soledad”, cuando alude a las “aguas diáfanas que se precipitan por un lecho de piedras...”. Las aguas caen por una pequeña cascada cuyo ruido apenas me deja oír el teléfono móvil. Es de Panamá, para decirme que mi amigo Ariel Barría ha muerto. Los que me acompañan notan que pasa algo. Seguir leyendo el artículo aquí.
Artículo publicado en el diario La Prensa, 15 de junio de 2021